Mis amigos, la mayoría de ellos, van en otro rumbo. Mi familia me escucha pero lejos está de entenderme. Tampoco es lo que pretendo, ellos han vivido su historia y esta es la mía… treinta años después.
Necesito rodearme de gente abierta, gente que se pregunte, al menos una vez cada tanto, por qué hace lo que hace. Que me venda pasionalmente sus treinta y algo como vendían sus veinte. La mayoría de las personas están como adormecidas. Pero me aburrí de criticar, no quiero seguir en ese rumbo. Si tengo que reciclar todos mis vínculos, así lo haré. Y en este nuevo capítulo de mi vida, quiero que estés vos. De la manera que sea y como sea. Se que tu mundo es complicado pero no pretendo nada que no puedas darme.
Mi oferta es simple, salir de acá y recomenzar por otro lado. Tomala o dejala. Confío en tu criterio y sabrás que es lo mejor para los dos.
- ¡Qué discurso te mandaste! Se me hace algo difícil darte una respuesta. Creo que en parte tenes razón. Sos una persona con la que es interesante conversar, no te lo voy a negar. Pero mi situación es complicada Ale, de verdad. Y por más que en este espacio puedas compartir conmigo una hora sin interrupciones, no creo que esto sea posible en cualquier otro contexto. Al menos no por ahora. Conozco un gran filósofo que suele decir “No es quién, es cuándo”… y este no es mi cuando Ale.- Me apena escucharte, pero creo que es verdad. No creo que estemos muy lejos tampoco, pero entrometerme en tu hoy, capaz implica desaprovechar mi mañana. Quiero ser inteligente y conservarte de la forma en la que te he formado en mi cabeza. Y a la vez, quiero que vos hagas lo mismo conmigo. Forzar la situación, en un momento inoportuno, descuenta chances. Chances que ya de por sí son limitadas.
Sin desearte ningún mal, espero reencontrarte en un mejor “cuándo”. Que mientras nos mantenemos atentos, se detecta con el más mínimo gesto.