Era el comienzo de otra vuelta en la montaña rusa y, por desgracia, tocaba un gran descenso a los infiernos.
“… Mi valía como persona está rota y me siento como un cero a la izquierda en esta vida, que intenta recuperar la existencia perdida en el trabajo…
... Vivo por las expectativas externas, no porque yo quiera hacerlo. No quiero vivir más, no quiero seguir arrastrándome así. No lo puedo soportar…
… Durante muchos años, me he tragado esta impotencia, esta amargura y creo que el único modo de apagar ese fuego es acabar con mi vida para no seguir sufriendo con esta brutalidad…
… He pasado llorando y llorando infinitas horas en soledad por ver mi persona hundida y no poder salir de esta sensación, mientras no dejaba, ni dejo de sentirme como un ESPUTO HUMANO. Difícil describir cómo es esa sensación…
… Odio y no soporto este sufrimiento provocado por acontecimientos tan grises, algunos de los cuales no he sabido resolver por mis propios medios como hasta ahora, como todos creían que era capaz y, en este momento, me he transformado en un FRACASO HUMANO donde las consecuencias las hemos pagado quienes menos os merecemos, teniendo que recurrir a la “ultima ratio”: la ayuda profesional, algo que aún me cuesta asimilar como es el hecho de que me ayuden en vez de ayudar. Menudo sentimiento de frustración personal tengo…
… Sé que no puedo cambiar nada del pasado, pero no puedo evitar pensar en ello, dada la huella que ha dejado en mi persona, dada la manera en que me ha marcado de por vida…
… Cuántas veces he necesitado gritar mi rabia, pero no he podido por anteponer los problemas de los demás a los míos propios o por no saber hacerlo, hasta que finalmente he explotado con una agresividad física y verbal tan espantosa como un patético ejemplo de pagar mis propias frustraciones contenidas con quien no debía por no saber achicar agua poco a poco y deshacerme de tantos sufrimientos….
… ¿Merezco acaso vivir?...”
Cuando la oscuridad se cierne sobre mis pensamientos en la clínica, lloro hasta decir basta y debo acudir al personal de la misma para que me lleven a la llamada “zona V.I.P” (planta donde se encuentran ingresados los pacientes en situaciones críticas). Allí me siento con un cigarrillo entre las manos delante de la televisión y cerca, demasiado cerca algún auxiliar o A.T.S pegado a mí como una lapa, no vaya a ser que me de por lanzarme contra el cristal de una ventana o empezar a arrojar objetos por aquel lugar. En los descensos al infierno, resulta muy difícil autocontrolarte porque las peores ideas están constantemente llamando a la puerta.
“… Sorry, it’s all that you can’t say… years gone by and still… words don’t come easily… like sorry, like sorry…. Forgive me, it’s all that you can’t say... years gone by and still... words don’t come easily... like forgive me, forgive me... but you can say baby... Baby, can I hold you tonight?... Maybe if I told you the right words... at the right time... you’d be mine...” (“Baby, can I hold you?” de Tracy Chapman)