ACERO
Dentro de aquella oscura jaula se sentía como una perra abandonada. Los días pasaban y la única persona que la visitaba dos veces al día, era el carcelero para traerle más mierda incomible. Nunca pensó que llegaría a echar de menos los platos de lamprea asada que servían en los bares de los casinos de Odín, aunque estos no se caracterizaran por ser los mejores, pero si los más asequibles. Tantos días comiendo aquel repugnante vómito, servido sobre un cuenco que parecía la parte superior de un cráneo humano, hacia que recordara la comida del casino como un exquisito manjar. Dormía cuando la espalda se lo permitía, la celda solo era un agujero sin ningún tipo de comodidad. Su cama era cualquier rincón del suelo, que cada día parecía más frio y duro. Hacía sus necesidades en cualquier sitio, pero ya estaba todo tan manchado que las últimas veces ni se molestó en bajarse los pantalones para orinar. Acero tenía la certeza de que aquello la estaba matando, pero ya no le importaba, el infierno no podía ser muy distinto a lo que estaba viviendo. A comienzos de estar allí, tenía la esperanza de que Llote Copa vendría a por ella con motivo de prepararla para el siguiente combate, al fin y al cabo era de su propiedad, o al menos eso decía, pero el tiempo le quitó la idea de la cabeza, perdiendo toda esperanza de salir con vida de aquel agujero. Cada vez estaba más segura de que su periplo por aquella esclavizada ciudad, había sido fruto de alguna apuesta entre la gentuza que estaba al mando y que el supuesto torneo, era una sucia artimaña para hacerlo todo mas creíble.