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Capítulo XVI: K

Publicado el 27 abril 2012 por Seles

A la salida del instituto esperé a mi hermana junto a Vic, como siempre. La enana siempre tardaba mucho en salir, y en despedirse de sus compañeros. ¿¡Cómo podía ser tan sociable la condenada!? Yo a su edad era mucho más cerrado, y mira lo bien y tranquilo que me va.Cuando llegó, la regañé por haberme hecho esperar. Ella no se disculpó, sólo me hizo una mueca de asco, y se quejó con mi amiga sobre mi comportamiento borde.
Ya estaba acostumbrado a que Christal se quejara de mi comportamiento, y a que no me dirigiera la palabra hasta la cena, o sólo cuando necesitara mi ayuda. Era ya algo monótono.
Por eso me sorprendió mucho que me abrazara el brazo.-¿¡Qué haces!? -Le grité.
-Vic me ha dicho que esto es lo mejor para picarte. -Se burló de mí.Con la mano que me quedaba libre apreté su cabeza. Al principio intenté ser tierno, para que no se esperara el golpe. Ella chilló y me pisó el pie.-¡Idiota! -Se separó de mí.-¡Eso es mío!
-¡Ya te he dicho que tú no inventaste el insulto!Puse las manos en los bolsillos, molesto. Estaba ya harto de discutir con mi hermana. Era ya algo muy cansino.
Escuché la risa de mi amiga.-No te enfades, tampoco ha sido para tanto… era una muestra de cariño.-Odio el cariño.Ladeé la cabeza, y vi que ambas se habían colocado al lado mío. Pude ver en el rostro de Christal una huella de tristeza.
-¿Qué te pasa? -Le pregunté con desgana.-Eso… es lo que hubiera dicho él.
De pronto un nombre golpeó mi conciencia. Ya casi había olvidado el asunto y me había centrado en mi vida normal. En una vida sin él.-Eso es mentira. -Gruñí. -Él era más falso que las pesetas.Pero mi hermana sacudió la cabeza.-Conmigo era así.Apreté los puños con fuerza, y pasé mi brazo por los hombros de ella.-¿¡Contenta!? ¡Olvídale de una vez!Sentí su brazo pasar por mi cintura, y apretar su rostro contra mi cuerpo. Asintió.-¿Qué os pasa? -Preguntó Vic. -¿De quién habláis?mis manos se crisparon. Christal lo notó.-De nadie im..-De Jared. -Musité cortante.No estaba mirando a mi amiga, pero no me hacía falta para saber su reacción: Se habría quedado blanca, mirándonos con temor y pena, y luego callaría.La miré de reojo y en efecto, pasó tal y como yo predije. No era raro, era chocante que yo pronunciara ese nombre.
Jared es mi hermano mayor, o eso es lo que dicen los médicos, porque por lo que a mí respecta no es nada mío.Se fue de casa cuando yo tenía doce años, y no fue muy agradable su marcha para nadie. Sin embargo, no se fue del todo. Me prometió que nos veríamos de vez en cuando, porque no quería dejar de ser mi hermano.
Es patético.
Cumplió su promesa, y ojalá no la hubiera cumplido.Intenté apartar todos los recuerdos de mi mente, y centrarme en llegar a casa de Vic y dejarla tranquila.-Siento haberos preguntado, son temas vuestros…
Me encogí de hombros.-Si quieres disculparte, no hables de ello, y menos pidas disculpas, porque no has hecho nada.Recordé también que se metía con mi amiga. La llamaba tonta, y que parecía una extranjera fea, y cosas más fuertes que prefería ignorar.¿Qué hacía yo cuando sucedía todo eso?Nada.De lo único que me arrepiento de todo esto es que no hice absolutamente nada por ella. Ni por mi hermana, ni por mi madre, ni por nadie.Él era el propio caos, no había hecho más que daño a mi familia y alrededores, y cuando se fue, vino la paz a casa.Pero él se encargó de que esa paz no fuera duradera.-Hermano…Miré a Christal, que me observaba preocupada. La solté y me sonrojé un poco.-Lo siento.-No pasa nada… ¿Estás bien?Asentí.Llegamos a la casa de Vic. Ella se quedó jugando con las llaves de su casa mientras nos miraba.-¿Seguro que estáis bien?-Sí. -Dijimos mi hermana y yo casi al unísono.Mi amiga reprimió una sonrisa.
Se acercó a Christal y le dio un beso en la mejilla, he hizo lo mismo conmigo, y luego me abrazó.-¿Pero qué…? -Susurré sin corresponderle al gesto.
-No os creo, pero eso es lo de menos. Por favor, cuidaos.Se separó de mí y me dedicó una sonrisa amplia y sincera. Definitivamente no me merecía tenerla como amiga.En cuanto entró en su casa, nosotros nos dirigimos a nuestro respectivo hogar. No quería llegar a casa, sólo quería huir. Deseé que llegara pronto el día de mi marcha, y alejarme de todo el mundo y no volver a ver a nadie.
Una parte de mí no quería desear eso, pero era lo mejor, lo mejor para escapar del dolor.Entré en mi casa, y Christal se fue a la cocina a ayudar a mi madre a preparar la comida.-No tengo hambre. -Vocifeé.-¿¡Cómo que no!? -Mi padre apareció delante de mí con la palabra Ira escrita en su frente. – ¡¡Tú almuerzas con nosotros!!-No. -Susurré con voz neutral.-¿¡Por qué no!? ¡¡No me desobedezcas!!-No tengo hambre… -Me contuve para no gritarle, aunque en el fondo no tenía fuerzas para hacerlo.De pronto, escuché unos pasos ligeros. Era mi madre.-¿Por qué sólo te escucho a ti, cariño? -Me observó un rato.-Hijo, ¿estás bien?
Desvié la mirada. No podía decirle los motivos de mi preocupación, ni que me había visto más veces con mi hermano a escondidas, ni que estaba sufriendo por dentro.No podía hacer eso, era estúpido.
-No quiero comer, dejadme sólo.Subí a mi habitación, y lo último que escuché fue a mi padre:-Si ese de ahí fuera K, me habría gritado. Realmente le pasa algo.Me arrepentí de no haberle seguido el rollo como siempre, pero ya no tenía remedio la cosa.
Cerré la puerta con delicadeza, y me tiré en la cama. Todo era un cúmulo de problemas sin sentido, que hacían que me doliera la cabeza y que me dieran ganas de mandarlo todo a tomar viento fresco. Pero no quería hacerlo. Los problemas debía solucionarlos sólo.Me puse en la cama boca arriba, y me fijé en el marco que había frente a mí. En su interior había una foto grande, en la cual la felicidad estaba plasmada en los rostros de las dos personas que había ahí.
Sonreí. Era lo único que me hacía sonreír. Nadie debía saber que yo poseía aquella foto, y que encima la tenía colgada en mi pared. Era demasiado íntima.No sé cómo, pero acabé sumido en un sueño ligero. Soñé que mi hermano llamaba a la puerta, y que empujaba a mi hermana y a Vic, pegaba a mis padres, y luego me agarraba el cuello y me susurraba la misma frase una y otra vez…Desperté porque llamaron a la puerta de mi habitación. Me sobresalté por haberme despertado tan repentinamente, pero luego me centré en la puerta.-Cariño, soy yo.Mi madre. Seguramente la tendría preocupada por lo de antes.Me senté en mi cama y le dije que pasara. Entró con lentitud, y luego se sentó a mi lado, mirándome con ternura maternal.-¿Qué te ha pasado hoy en el instituto?Sacudí la cabeza.-Nada mamá, es sólo que hoy no ha sido un buen día. Un profesor me ha castigado y tengo que hacer un trabajo. Eso es todo.
Prefería decirle eso, y contarle algo de mi vida, a no decirle nada y tenerla pegada a mí todo el día. La conozco, y no me dejaría en paz hasta que lo soltara todo.No es que no quiera a mi madre ni nada por el estilo, pero es que tenerla cerca hace que no piense con claridad, porque quiero estar con ella. Tampoco estoy enmadrado, porque alejarme de ella no me supone problema alguno, pero le tengo cariño. La quiero, es mi madre, todo tiene su punto intermedio.
Me acarició la mejilla, sonriendo.-Deberías comer más, a tu padre lo tienes preocupado.Me puse tenso de pronto.-Papá pasa de mí.-No lo hace, y lo sabes.-Bueno… la verdad que lo que tiene es obsesión conmigo. ¡No para de criticar todo lo que hago!Sentí que mi madre tembló. Apoyé una mano en su hombro, y la sacudí un poco.-¿Y a tí que te pasa?Vi cómo se contenía las lágrimas.-Verás… tu padre tiene mucho miedo por ti. Cree que estás cogiendo un mal camino…Torcí el labio. No entendía aquellas palabras.-Sé más clara.
Ella suspiró, y oprimió mis manos con fuerza.-No te enfades con él, pero dice que últimamente le recuerdas mucho a tu hermano.
Esas palabras me dejaron frío.¿Yo como mi hermano? No, no podía ser. Intentaba evitar por todos los medios que la gente me viera así, como él. Quería quitarme todas sus manías, lo estaba intentando…¡Pero era inútil! Una y otra vez actuaba como él, o hacía lo que él me decía que era lo correcto. No podía evitarlo, ya era algo involuntario.-Mamá, yo…-Sé que no eres como él. -Me cortó. -Pero… entiéndenos, tenemos miedo, y sobretodo él. -Se levantó, y me dedicó una sonrisa cálida. -Confío en ti.
Se dirigió a la puerta, y antes de irse me dijo:-Por cierto, tu padre y yo tenemos que irnos a comprar, volveremos dentro de un par de horas. Tu hermana está en su cuarto estudiando, así que no creo que te moleste.Asentí.-Vale… gracias. -Murmuré.
Ella cerró la puerta tras de sí, y yo me quedé parado, mirando mis manos.Algún día dejaría de ser como él.
Me levanté, y me dispuse a irme a la cocina.Iba a empezar por comer. Una de las cosas que decía Jared que era inútil era la comida. Decía que prescindir mucho de ella ocasionaba dependencia, y que lo mejor era comer poco.
Tal y como estaba la última vez que le vi, se había tenido que volver anoréxico por narices. Estaba totalmente desgraciado, y con ojeras. Era horrible.Pasé por el cuarto de baño. La puerta estaba abierta, y el espejo me reflejó. Frené en seco y me mire.
Mi padre tenía razón, me estaba pareciendo a él.Casi podía ser su imagen. Había adelgazado bastante, y el flequillo que me tapaba un ojo estaba algo revuelto. Pude ver que mis ojos estaban oscureciendo. Yo antes los tenía de un color chocolate, y él los tiene negros.Sacudí la cabeza. Lo mejor era comer y luego dormir.Me preparé un bocadillo de nocilla de tres pisos. A cualquiera le hubiera parecido exagerado, pero el hambre que yo tenía en ese momento no era normal.Me terminé el bocadillo, y bebí zumo de piña.
Me dispuse a irme de nuevo a mi habitación, pero algo me frenó justo antes de que subiera las escaleras.Tocaron al timbre, y miré la puerta. A lo mejor era mi tía, o alguna amiga de mi hermana, o alguien.
Me acerqué a la puerta, y antes de abrirla escuché un golpe fuerte, y luego cuatro golpes más suaves. Eran golpes lentos y seguros.Aferré el pomo de la puerta, temblando.La abrí.-Hola hermanito. -Susurró sonriendo Jared.
No podía ser.Mi hermano mayor estaba sentado en mi cama, mirando los cajones de mi mesita. Yo no sabía si cruzarle la cara con mi mano o tirarlo por la ventana.-¿Puedes prestarme más dinero?-¿Cuánto? -Susurré.-Quinientos euros.Me lo quedé mirando, enfadado.-¿¡Tengo cara de rico!?Se limitó a negar con la cabeza y a sonreírme. Me sacaba de mis casillas.
-Sólo puedo dejarte cien euros, y mucho que es.-¿Aún no trabajas fuera de casa?
Sacudí la cabeza con desgana. No quería decirle que me iba a marchar, y que me iba a cambiar de móvil y de todo, que iba a desaparecer del mapa.
-Idiota, deberías ganar dinerito para tu hermano adorado.Se levantó, y me acarició la cara con sus uñas. Estaban demasiado largas para mi gusto, y estaban pintadas de negro.
-Dime… ¿Cómo te va con todo?-Deja de tocarme.Pero no paró. Sentí dolor en la mejilla, y también cómo un fino hilo de sangre la recorría con lentitud. Clavé mis ojos en los suyos.
-¡Uy! Te he hecho daño. ¿No vas a pegarme por ello?Apreté los puños para contenerme. No quería hacerle nada porque sabía que era lo que quería. Me enseñó desde pequeño a emplear la violencia, y no precisamente enseñándome videos de Bruce Lee.
Negué con la cabeza.-Bueno, al parecer llevo mucho tiempo sin aparecer por tu vida… -Me agarró del cuello de la camisa, aun sonriendo. -Creo que he de darte un par de lecciones de repaso…Justo cuando se disponía a pegarme, sonó la puerta principal. Alguien había llegado a casa.No podía ser. A mis padres aun les quedaba una hora por lo menos, y yo no esperaba a nadie.-¡¡Christal, ve a abrir tú!! -Grité.-Oh, ¿ella está en casa?Me soltó, y estuvo a punto de abrir la puerta, pero le apreté la muñeca para detenerle.-No vayas.Me sonrió ampliamente.-¿O qué? ¿Me pegarás?
Golpearon a la puerta de mi habitación. Me quedé blanco. Reconocí esa forma de llamar enseguida.-¡K! Soy Vic. He venido a hacer el trabajo.No le contesté. Jared me contempló y se rio por lo bajo.
-¿Ella es Vic? ¿Tu amiguita?-… ¿Estás ahí? Siento haber venido sin haber avisado, pero es que…
-¡¡Fuera!! -Grité.-¿Cómo dices? -Dijo en un hilo de voz.-¡¡Que te largues!!-Pero…-¡¡Mañana vuelve si quieres, pero ahora márchate!!-¿Estás…?-¡¡FUERA!!Me dolía decirle que se fuera. Si no hubiera estado mi hermano en esos momentos, seguramente la hubiera dejado entrar, -eso sí, quitaría la foto antes- pero no podía dejar que Jared la viera, a saber qué problemas podía causarle a ella.Escuché los pasos de mi amiga, y un leve sollozo. Golpearon a mi puerta.-¡Imbécil! -Gritó mi hermana.Escuché también sus pasos bajando.Caí de rodillas al suelo, cansado de todo. Lo único que quería era dejar de existir, o salir corriendo a pedirle perdón a Victoria, y explicarles todo lo que estaba pasando…Sentí la mano de mi hermano en mi hombro.
-Si no quieres hacerlas sufrir más, tráeme mañana quinientos euros o… simplemente, pégame.Me levanté, y me quedé mirando al suelo. Las opciones eran claras, y lo que iba a pasar también.
Sin pensármelo dos veces, alcé mi puño y golpeé a mi hermano en la cara.

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