Por desgracia, entre las cuadrículas de esas hojas garabateadas de fechas, pensamientos, actividades, se recogen también las amargas “CRISIS” que me acompañan en mi depresión, a pesar del ingreso en este centro psiquiátrico, del tratamiento farmacológico, de las terapias psicológicas, del apoyo familiar.
Sí, es verdad. A pesar de lo imprescindibles que son esas barreras de contención para combatir no sólo mi embravecido océano existencial sino cualquier otro, su corriente me ha arrastrado hacia el fondo en más de una ocasión con toda la agonía, la impotencia, la desazón de mi quebrada alma.
Sí, no he dejado de protagonizar “CRISIS” de autodestroducción.
Sí, en mitad de esos remolinos, me he rendido, olvidándome de cualquier idea de alcanzar la superficie para coger suficiente aire con que continuar luchando.
Sí, esas enfurecidas olas de mi depresión, me han llevado a desear dejar de respirar por momentos, en los que la mano de “mi ángel” me ha rescatado a tiempo.
En mi “libreta-diario”, las palabras angustia, ansiedad, tristeza, dolor, rabia, agresividad se repiten una tras otra, ocupando sus respectivas sillas en las ideas de poner fin a tanto sufrimiento interno.
Aunque alrededor pongan mil y un “flotadores”, no ofrecen la seguridad de que no me voy a hundir.
Hundirse una y otra vez es desalentador, totalmente agotador, y aún deseando que llegue al fondo por “el plomo de mi depresión”, siempre se divisa una barca de esperanza de que existe un mañana y la vida da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero con el temor de equivocarse y hoy ser lo todo lo que me queda.
“… Y pido, con toda sinceridad, el consuelo de todos aquellos que hemos sufrido los embates de la vida… Y levanto esta copa con dolor para solamente decirte… gracias… porque tú eres el único que no me falla… porque tú eres el único que, teniéndolo todo, preferiste ser nadie… Enséñame a aprender de ti… Y, por favor, buen Rey haz memoria… de los muchos niños que nunca tendrán una Feliz Navidad… Y ten misericordia de todos nosotros… que el mejor regalo que hemos tenido, lo has sido Tú…” (“El tamborilero” de Don Omar)