Apoyé mi mano en la pared. No tenía ninguna sensación en el cuerpo: ni cansancio, ni vitalidad, ni nada. Sólo tenía la certeza de una cosa.Debía continuar.
A mi alrededor todo estaba oscuro, siniestro, y poco a poco estaba comprobando que me hallaba en un bosque algo siniestro. Por las ramas no se asomaba ni una hoja, y las tonalidades de mi alrededor eran oscuras, marrones, y daban miedo. Pero lo más raro de todo es que no sentía eso, sino una calma y una serenidad abrumadoras.No sé cómo, pero acabé frente a una gran puerta. Al parecer estaba en algo así como una especie de castillo extraño. Abrí el portón sin mucha dificultad.Su interior se me antojó hermoso.
Era un gran salón lleno de cuadros. Cuadros con marcos de diferentes colores y tonalidades. Me fijé en varios que estaban pintados de negro; la imagen que enmarcaban era a mí, llorando.Escuché un ruido y subí corriendo las grandes escaleras que estaban frente a mí. Todo parecía como el típico castillo inmenso de cuento de hadas. Me sabía todo tan sumamente irreal…Abrí de un empujón una puerta. Estaba segura de que de ahí provenía el sonido. Cuando entré, me quedé sorprendida por lo que veía.
Era una habitación bastante amplia, sin muchos muebles en su interior. Había también un balcón que era tapado por unas cortinas rojas, que se mecían en el aire con lentitud.Cerca del balcón, de pie, se encontraba un chico, que iba vestido con una chaqueta larga negra, y llevaba un peinado que me era familiar.
Sólo le reconocí cuando las nubes se quitaron del cielo y la luna llena le iluminó el rostro.K.No pude decir nada, mi cuerpo se quedó paralizado por la sorpresa. ¿Qué hacía allí? ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué había reaccionado yo de esa manera?Se acercó a mí a paso lento, pero firme. Sin poder evitarlo, hice lo mismo, hasta que al final estuvimos a un paso del otro. Mi mano derecha buscó el tacto de su rostro, y él hizo lo mismo con la suya. Era un momento mágico, y aunque me diera vergüenza admitirlo, deseado. No podía reprimirme un segundo más.Acerqué mi rostro al suyo, y en el trayecto susurré:-Te quiero…-Lo sé. -Susurró con frialdad.Lo miré, extrañada. ¿Sólo se le ocurría decir “lo sé” con ese tono tan distante? Le miré directamente a los ojos, extrañada, para exigirle una explicación.Fueras cuales fueran las palabras que le iba a decir, murieron en mis labios.Sus ojos estaban totalmente negros. Parpadeé un par de veces y vi que había cambiado. No era K, sino otra persona parecida a él.Retrocedí, temerosa, pero no pude hacerlo mucho, porque me aferró mi muñeca con fuerza.-Ya te tengo. -Rió.-¿¡Y K!? ¿¡Dónde está K!?-K me pertenece… al igual que tú.De sus manos apareció de la nada una daga. No supe cómo pude hacerlo, pero me fijé en que la empuñadura era de planta, con una esmeralda al final.
Volví a mirar al joven que me tenía atrapada.-¿¡Quién eres!?
Pero no me respondió, se limitó a reír.Apuntó la daga a mi pecho, y fue a darme, ya todo estaba perdido…-… K… ¿por qué… no me salvas…? -Susurré antes de despertarme del todo.Parpadeé, adormecida. Aún estaba un poco tocada. Había tenido una horrible pesadilla, y me estaba entrando cierto miedo. Miré el reloj de mi mesita y vi que eran las doce de la mañana.Anoche no pude dormir hasta las tres o cuatro de la madrugada. En mi mente sólo circulaba la misma imagen: K echándome de su casa casi a patadas.El que me había gritado no era mi amigo, o eso sentí. Lo hizo con demasiada agresividad, y encima no me dejó verle la cara, a lo mejor insistiéndole un poco y mirándolo a los ojos me hubiera dejado entrar.Pero se había negado, y no entendía el por qué.También recordé que él me pidió que fuera hoy en vez de ayer, así que eso quería decir que a lo mejor estaba ocupado haciendo alguna cosa y no podía atenderme, pero… ¿Tenía que ponerse de esa manera?
Lo único que se me ocurría era o que estaba con otra chica, y le había molestado de tal manera que reaccionó así, o que simplemente estaba borde o enfadado y no quería descargarse conmigo o simplemente no quería verme.En cualquier caso, hoy iba a visitarle, era algo definitivo.
Me incorporé y recordé que llamé anoche a Isabel para contárselo. Empezó a gritarme y a decirme que iba a ir a la casa de K para reventarle los genitales de una patada, pero yo pude contenerla y tranquilizarla, intentando excusar lo que hizo mi amigo.Ella no paraba de quejarse de que siempre estaba respaldando a K cuando estaba claro que tenía las culpas de todo, y que debía aprender a comportarse como un amigo de verdad si no quería perderme. Yo le respondí que, a pesar de que tenía razón, y no se comportaba como un amigo, me daba igual porque seguía siendo el mejor de todos ellos.… Por ahora.Me puse las zapatillas y desayuné. Al parecer mis padres y mi hermano se habían ido a ver a mi tía, que había tenido un bebé. Me dejaron una nota en la puerta diciendo que, como la casa no estaba muy lejos, si quería podía ir a pie o en autobús, pero que fuera.
Llamé a mi madre para decirle que no podía ir, que tenía mucho lío de exámenes. Ella no me creyó, pero me respondió diciendo que le diría eso a la familia.En cuanto colgamos, me dispuse a prepararme para ver a K.
Abrí las puertas de mi armario y busqué las medias negras.Luego busqué una falda negra con varias mini calaveras verdes, y luego mi camisa verde oliva con unas letras en negro que ponía: “Bad girl”.Me vestí rápidamente, y luego rebusqué en mi zapatero para encontrar mis botas negras, que me llegaban hasta por debajo de las rodillas. Cuando acabé de arreglarme me miré al espejo, indecisa.No me había maquillado, porque no me gustaba hacerlo habitualmente, aunque a veces me ponía un poco de rimel, pero no tenía ganas ahora. Tenía mi flequillo echado a un lado, aunque no me tapaba el ojo como a K. Por los lados estaba rizado, y detrás liso. Estaba, por así decirlo, perfecto.Sonreí con cierta malicia. Como me rechazara con estas pintas le pegaba. La falda me la regaló hace poco, así que le tenía que gustar por narices.Me puse mis pendientes favoritos; uno era una llave y el otro un corazón con cerradura. Aparte de eso, había unos pequeños adornos, pero a eso no le daba yo mucha importancia.Bajé al salón, y vi que mis libros del instituto estaban ahí. Pensé en arreglarlo, pero no tenía ganas.Cogí el teléfono fijo, y marqué las teclas del número de teléfono de Isabel.Me lo cogió casi enseguida, eso me sorprendió.-¿Sí?-Soy Vic.
-¡Ah! -Exclamó con sorpresa. -¿Qué te pasa niña?Me reí por lo bajo.
-Nada, es sólo que ya son las una y media y estoy preparada para ir a ver a K, pero aún es pronto.-Ya veo… yo sobre las tres y media he quedado con Alberto y su grupo, así que si quieres ahora comemos juntas cerca del sitio donde hemos quedado nosotros, y te llevamos a la casa de K.Dudé un poco. La sugerencia me parecía grata, pero la idea de que todos me acompañaran no me parecía tan buena.-Bueno… si quieres comemos juntas, pero luego me voy yo por libre, ¿vale?-Lo que tú quieras. -Su tono de voz fue dulce. -¿Estás lista?-¡Sí! Desde hace un rato.
-Vale… yo también estoy arreglada, así que vete tú yendo a la cafetería que hay cerca del parque. Yo salgo enseguida.Asentí, aunque sabía que no me estaba viendo nadie.-Vale, hasta luego.
Colgué, y recogí las llaves y el monedero para irme.Antes de salir de casa me aseguré de que tenía el móvil encima. Cuando lo miré, vi que había recibido un mensaje.En el fondo no quería saber quién me lo había mandado. Seguramente no sería K, porque le conozco y él no tendría un gesto tan amable, pero… ¿Y si era Alex?
Sacudí la cabeza. A lo mejor era otra persona, y sólo lo iba a averiguar mirándolo.Mi corazón sintió una sacudida.Era de Alex.Quiero verte, y llamarte, pero no tengo mucho saldo.Espero verte pronto. Te quiero. A.Sonreí para mis adentros. Me parecía muy lindo que alguien me escribiera un sms sólo para decirme que me extraña, pero viniendo de él me daba cierto miedo. No sabía cómo iba a actuar después de lo que sé, y cada vez está más claro lo que siente hacia mí. Lo malo es que no puedo corresponderle.No puedo, porque aún no tengo del todo claro cuáles son mis sentimientos.Suspiré, y salí de mi casa, decidida a olvidarme, aunque fueran sólo unas horas, de todo esto.
-Esto es la caña… ¡No para de dar por saco y te echa! ¡Del verbo echar! -Vocifeó Isabel. Acto seguido tomó un poco de su bocadillo mixto.Sonreí, nerviosa.-No te pongas así… ya sabes que yo estoy acostumbrada.-¡¡Pareces masoca!!Sentí que la gente nos miraba, y mis mejillas se ruborizaron un tanto.-Por favor, habla más bajo que me da vergüenza…
-Vale, pero debería ser menos flexible. Es idiota.Bufé algo que no entendí bien. Ya es que no sabía ni lo que decía.
-Lo sé, pero es mi amigo, y le respeto, así que la cosa no va a cambiar. Hablaré ahora con él e intentaré que me explique lo que sucedió. -Me mordí el labio inferior. -Además, hablé con la hermana y me dijo que estaba muy raro. Había escuchado otra voz, y el ambiente no estaba como lo es habitual.Mi amiga torció el labio, y se acarició la barbilla. A mí más que a ella me parecía todo esto una auténtica locura, o una mentira, ya cada uno que lo vea como quiera. Pero no podía evitar creerles. Christal no me mentiría, y menos acerca de su hermano, y confiaba en que K me hubiera echado por motivos graves o de peso, no porque no le cayera bien por la cara o que pasara de mí. Él no es de esos.-El caso es que vas a ir a hablar con él, y que luego me lo contarás todo, ¿no?Reí ante la aclaración de mi amiga, y luego asentí.-Sabes que siempre lo hago.Nos reímos juntas unos segundos.
-Tenemos que convocar de nuevo el consejo de sabias. Helena me llamó ayer diciendo que quiere volver a verte.Enarqué una ceja, extrañada.
-¿Por qué te llamó a ti y no a mí entonces?
-Es que le tenía que contar una cosa de la saga que nos estamos leyendo, y ya aprovechó para mandarte recuerdos. -Isabel sonrió con cierta pena. -Estamos todas sin un duro.-Ya te digo. -Gruñí.
Estuvimos hablando de nuestras tonterías, y de los chicos. Al parecer Alberto también estaba algo huraño y borde, y mi amiga no sabía cuáles eran los motivos. Aunque según ella, seguro que eran motivos estúpidos, y que no tendrían mucha importancia.He de reconocer que Alberto siempre tiende a la exageración. Una vez me caí y le escuché decir que me había escalabrado delante de sus narices. Me dieron ganas de pegarle una bofetada para callarlo.Aunque una vez te acostumbras a su manera de expresarse, puede resultarte hasta divertido.Le dieron un toque a Isabel, y me miró con una sonrisa de disculpa.-Son ellos, han llegado.Me levanté de mi sitio, sin dejar de sonreír.-Tranquila. Gracias por comer conmigo.Se encogió de hombros.
-Ya tenía ganas de quedar a solas contigo.Me dio un abrazo, y yo se lo correspondí con ganas. Hacía tiempo que nadie me abrazaba, y darme cuenta de eso ahora me resultaba algo triste.
Me despedí de Isabel, y me dirigí a casa de K.Volví a recordar mi sueño a medida que iba acercándome.Cuando llegué a la puerta, antes de tocar, una pregunta acudió a mi mente como un relámpago.¿Quién era el chico que me había apuñalado con una daga?