A veces abrir estas páginas me pone el vello de punta por la crudeza del relato, por cierta reminiscencia de etse agónico sufrimiento vital, por la brutal realidad a la que me enfrenta esta depresión. Una depresión, que lejos de acallar su amargo llanto, arrecia con la intensidad de un huracán, destroza mis frágiles pies de barro.
“… No, no quiero hablar. Quiero mi burbuja de protección y huir de mis cárceles internas….
… No me gustan las sensaciones que hoy estoy experimentando: repugnancia, asco, vergüenza, suciedad, grima, náusea, inmundicia. Me siento como auténtico bazofia humana, inservible hasta para seguir respirando…
… Mi alma grita, grita y grita a viva voz…
… Hoy yo busco desaparecer y rendirme definitivamente, porque perdí la mitad de todo lo que fui y la otra mitad está enjaulada en una bruma de ocaso…
… Con tantas grietas dentro, los mismos latidos se escabullen entre ellas. ¿Para qué vivir así? ¿Por qué recibo tal castigo? Dejadme que me ausente de la vida de una vez…”
"... There’s an angel on a ribbon... hanging from the armoire door… There’s a Cupid with his feet crossed… on the bird cage by the door… There’s a baby angel drummer… his eyes are open wide.. and two more tiny cherubs... on the mantle side by side... Too many angels... have seen me crying... Too many angels... have heard you lying… Bring the morning on… voices sing of day… I want to step out in the morning sun… through the flood of tears… I want this darkness gone… your sweet face appears…. These apparitions coming one by one… but there’s no end in sight… only the dead of night… and too many angels…” (“Too many angels” de Jackson Browne)