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Capítulo XX: K

Publicado el 25 mayo 2012 por Seles

Sonreí levemente. Había huido, temiendo lo que pudiera haber hecho si hubiera seguido ahí, frente a mí.No estaba feliz por lo que había hecho… bueno, en parte sí, porque era lo que quería hacer. Antes pensaba que no debía hacerlo, y por eso no lo había hecho hasta ahora. Y tal vez no hubiera pasado nada y la hubiera besado si no hubiera contestado a la llamada de anoche.
Fue a las una de la madrugada. No podía conciliar el sueño porque estaba absorto en mi mundo, pensando en todo. Me iba a ir lejos, estaba haciendo daño a mi mejor amiga, y yo no sabía qué hacer para animarla. Eran sentimientos muy contradictorios los que sentía mi corazón, y en el fondo creía que lo mejor era hacer oídos sordos y atender a la razón. Nunca me había dejado guiar por los sentimientos, y no pensaba hacerlo ahora.El móvil sonó de pronto, y me asusté en parte. No sabía el por qué, pero por mi mente pasó la idea de que podría ser Vic, que quisiera hablar conmigo sobre lo de había pasado.
Seguramente estaría dándole vueltas a la cabeza como yo y…Sacudí la cabeza, mirando el teléfono. No era ella, era Isabel.Cogí el teléfono con mala gana. Estuve a punto de colgarla, pero supuse que si me llamaba a esas horas sería porque tenía algo realmente importante que decirme.-¿Me has cogido el teléfono?No me dio tiempo a decir siquiera “¿Diga?”. Me sorprendí un tanto, pero luego me encogí de hombros.
-Si querías que te colgara, habérmelo dicho antes.Iba a oprimir el botón rojo para cortar la conversación, pero entonces escuché que empezaba a gritar, y como no tenía ganas de quedar un día con ella y que me pegara y me molestara por haber cortado la conversación, me puse de nuevo el móvil en la oreja y carraspeé.
-Sigo aquí. ¿A qué viene esa pregunta? -Murmuré de mal humor.
-Es que estoy llamando a Vic y no me lo coge, pone red ocupada y… supuse que estaba hablando contigo.Analicé rápidamente la información, y entrecerré los ojos.
-Yo no he estado hablando con ella. -Susurré.Escuché que resoplaba, y yo me tendí en la cama para contemplar el techo. No se me ocurría un gran número de personas con las que estuviera hablando, porque no sé si ha conocido a gente nueva o no.Ladeé la cabeza. ¡Me tenía que dar igual! Ella no es nada mío, y no debía de preocuparme tanto.-Estará hablando con Helena. -Dije el primer nombre que se me ocurrió.-O estará hablando con Alex. -Su tono me indicó que quería provocarme.
Y lo consiguió. Crispé los dedos, enfadado. ¿Por qué con él? Si es un estúpido pijo que está por Francia, pasando de ella. No quería pensar que estaba esos dos hablando hasta las tantas, más que nada porque me parecía absurdo.-Seguro que no es él. -Me reí por lo bajo.
-K, deberías saber que Alex, aparte de mí, es la única persona que llama a Victoria. -Su voz era de reproche, mezclado con profunda evidencia.Tragué saliva.-Joder, ¿es que no puede ser otra persona? ¿Tiene que ser el mismo puñetero hijo de…?-¡Cállate! Un respeto.-Ni respeto ni leches. Estoy hasta las narices de ese tío.-Desvié la mirada hacia la pared enfuruñado.Hubo un silencio de medio minuto por lo menos. Intenté tranquilizarme, no quería reaccionar de malos modos, aunque sabía que tarde o temprano lo haría.-Oye… ¿Estás celoso? -Inquirió.Oh, eso sí que no lo permitía.-¿Celoso? ¿¡Yo!? -Casi grité. -No puedo estar celoso de alguien que ha pasado de mi amiga, no corro ningún peligro, es un pijo de mierda que no sabe lo que es la amistad. ¡Es un imbécil que se ha ido sin importarle nada los sentimientos de ella! -Le espeté.Respiré hondo. No me había desahogado del todo, pero algo había hecho.
-K, estás celoso, y no me digas que no, ¿vale? -Gruñí por lo bajo, ya no sabía ni qué decirle. -Aparte, si razonas lo que has dicho, vas a hacer exactamente lo mismo que él.Puse mis músculos en tensión. Repetí en mi cabeza lentamente todo lo que había dicho y ella tenía razón; era igual que Alex, idéntico. Menos en lo de pijo, todo encajaba. Mi corazón sintió una punzada en el pecho ante aquella realidad.
-Bueno… Pero a ver… él y yo… -No sabía cómo excusarme.
Cerré los ojos y respiré hondo. No tenía otra opción, debía asumir las consecuencias de mis palabras y mis actos.-Vale, está bien, me callo.-No, no te he pedido que te calles. -Me susurró Isabel.
Por su voz aprecié algo de paciencia, cosa que yo había perdido ya hacía rato. -Lo que quiero es que recapacites un poco, ¿me entiendes? -Hice un ruido con la boca, en señal de desaprobación. -Escúchame imbécil: Vic lo está pasando canutas por tu culpa, y encima tú no haces nada por hacerla sonreír. ¿Y tú te haces llamar su amigo? ¡Venga ya!Respiré fuertemente y me levanté de la cama. Comencé a dar vueltas por la habitación, y se me pasó por la mente coger un cigarro de mi padre para calmarle, pero preferí no caer en el vicio por ahora.
-Tía, ¿qué quieres que te diga? Soy su amigo, y por eso actúo así joder. Quiero dejarla libre, que se olvide de mí, pero ya veo que no se va a dejar. -Me recorrí la habitación tres veces y luego frené en seco. -En serio…ya me estoy cansando de todo.
-A ver niño, tú todo lo que estás haciendo es tontería, ¿sabes? -Ahora era ella la que estaba hablando furiosa. -Victoria lo está pasando fatal, y es por tu culpa.Las piernas me fallaron. Supuse que fue porque estaba cansado y no debía de estar andando tanto por la habitación. Me senté en mi lecho y comencé a meditar durante unos segundos.
-Pero a ver… yo no soy el único que…-Y dale. -Casi me gritó. -¿¡Vas a decirme de nuevo que no eres el único de su vida!? Joder K, sabes que eres el que más quieres, y si no lo sabes es porque quieres cerrar esos ojitos que Dios te ha dado.Aquellas palabras me dañaron. Quería ser objetivo con el tema, pero no podía conseguirlo, puesto que Isabel ganaba a mi razón con sus patéticos pero reales motivos sentimentales.Sólo se me ocurría una cosa. Algo que debía de hacer pero que no lo hacía porque era demasiado orgulloso para hacerlo.Pero el orgullo aquí no debía de entrar en escena.-Y… ¿Qué… debo hacer? -Solté al fin. Odiaba estar perdido y tener que preguntar por algo que debía de saber, pero no me quedaba otro remedio. -¿Qué hago entonces? ¿Soy cariñoso con ella, soy como soy realmente, para luego destrozarla?
Escuché cómo se reía por lo bajo, como burlona.-Precisamente deberías de hacer eso, lo que sientes. ¿Qué prefieres? ¿Que Vic te recuerde como su mejor amigo, quien más la quiso y quien va a recordarla siempre? ¿O prefieres ser el hijo de su madre que le partió el corazón día sí y día también?
Me mordí el labio inferior. En esa parte debía de darle la razón. No quería que ella me odiara, pero tampoco quería hacerla sufrir cuando me fuera; si me cogía más cariño del necesario, me dolería mucho separarme de Vic, y entonces sufriríamos los dos.
-Yo… quiero que me recuerde como yo soy, como K.Como su mejor amigo pensé, entristecido. Yo quiero que ella, cuando piense en mí, recuerde a un chico que la ayudaba de pequeña, y que vivió buenos momentos con él… son deseos cursis, pero no puedo evitar desear eso.
-Pues entonces simplemente haz lo que tu corazón te diga.Sonreí con cierta malicia.-Si mi corazón me dice que la viole, ¿lo hago?Empezó a toser casi desenfrenadamente, y no pude evitar reírme a carcajadas. Esas eran las reacciones que tenía ella normalmente conmigo, cuando no hablábamos de cosas serias. Eso me trajo recuerdos algo lejanos.-¡¡Claro que no, cacho de imbécil!! Tienes que hacer lo que quieras, como amigo, y lo que ella te deje. ¡Sólo quiero que la hagas feliz!Respiré hondamente.-Ya veo… yo haré lo que buenamente pueda, pero no prometo nada, ¿eh? -Sonreí levemente. No pude reprimirme.Después de eso hablamos de otros temas, y luego le comenté que ya eran casi las tres de la madrugada, y que quería dormir. Cuando colgamos me acerqué al cuadro, aun sonriendo. Luego me tumbé en mi lecho y me quedé dormido contemplando la imagen que tan buenos recuerdos me traía.Y, ahora, actualmente, ella se había ido. Había escapado de mí corriendo como si le hubiera hecho daño, pero sin embargo algo dentro de mí me decía que había hecho todo lo contrario.Estaba tirado en la cama. Ya di por hecho que nada ni nadie iba a obligarme a alejarme mucho de mi casa y de mi cuarto hasta mañana. Aparte, no tenía ganas de moverme, puesto que me dolía todo el cuerpo por culpa de la visita que me hizo mi hermano ayer.Cerré los puños con fuerza. Sólo de recordar su cara se me revolvía el estómago.Golpearon a mi puerta.-¿Quién es? -Musité.-Yo, cariño.Abrió la puerta y entró mi madre. Estaba cruzada de brazos, con una ceja arqueada.-¿No vas a moverte de la cama, hijo?Negué con la cabeza. Ella se acercó al armario y cogió el cuadro, que lo había guardado para que Victoria no lo viera. Recuerdo que cuando ella llamó a mi puerta me levanté de mi cama tan deprisa que me tropecé, y caí en la cuenta de que estaba el marco colgado en la pared. Lo tiré -es que no lo guardé, lo tiré- dentro del armario y luego abrí la puerta. Seguramente mi amiga me habrá tomado por loco.Examinó el cuadro con delicadeza y luego lo colocó en su sitio.-¿Por qué lo has guardado? -Quiso saber ella.Me encogí de hombros, un tanto pasota.-No quería que Vic lo viera.-¿Pero por qué? Si se os ve tan monos…Me puse colorado. En el cuadro se veía una foto de Vic y mía de pequeños. Ella estaba con los ojos de un azul intenso -de pequeña los tenía así-, y estaba jugueteando con sus manos, mientras que yo la abrazaba de lado, con los ojos oscuros, y el rostro serio.
Ella vestía un vestido verde, y estábamos en un lugar con hierba, creo que era el camping donde iban nuestros padres con nosotros, aunque si soy sincero no lo recordaba.A pesar de todo eso, de mi frialdad, se veía claramente por mi abrazo que le tenía cariño a ella.
Sonreí para mis adentros. Así era yo con ella realmente, inexpresivo con palabras y gestos, pero directo y sincero con mis actos.Y la besé aquella tarde porque era lo que quería, porque sabía que no se iba a enfadar conmigo si lo hacía y luego le explicaba buenamente lo que quería decir con el beso. Iba a ser sincero y claro, y no le iba a dar esperanzas de novios, pero tampoco iba a ser tan estúpido como para decir “es que yo soy así” o “lo hice porque me dio la gana”.No. Lo hice por una cosa: Porque yo sí que confiaba plenamente en ella.

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