Revista Talentos
Mi vecina tenía una cerradura con pupila incorporada. Sí, sí, con su córnea y todo. De serie, permanente, impertérrita, sin pestañeo alguno. Aquella noche no tuve más remedio que introducir la llave con toda mi fuerza, hasta que un líquido viscoso, cual baba de caracol, resbaló lentamente por la puerta.