el gran visir de Persia Abdul Kassem Ismael era un lector apasionado, que no podía pasar mucho tiempo sin un libro interesante entre las manos. Como se aburría muchísimo en sus interminables viajes oficiales por las provincias apartadas, anhelaba sus libros, que podían ofrecerle, a su antojo, distracción o emociones. Un día se le ocurrió la idea de llevar simplemente consigo su valiosa colección: 117.000 volúmenes, bien empacados y siempre a mano, distribuidos en cuatrocientos camellos que avanzaban en orden alfabético. La extraña caravana de libros se puso en marcha para alegría del gran visir. Dondequiera que estuviese, se sentía como en casa. Las aburridas misiones en zonas desérticas e inhóspitas empezaron a parecerle entonces entretenidas y edificantes. Pero los rastros de esa espléndida biblioteca se perdieron en la arena del tiempo.
(Alexander Pechmann, La biblioteca de los libros perdidos, 2011)
ronronea: claudia