Vivo en una zona de España y de Europa, la Bahía de Cádiz, en la que en pleno siglo XXI, más del 30% de los adultos de entre 40 y 55 años sólo tiene estudios primarios, en la que casi la mitad de los hijos e hijas de estas personas dejan sus estudios básicos y obligatorios antes de los 16 años; una tierra en la que más del 35% de las personas en edad de trabajar están en desempleo (en torno al 60% de paro juvenil) y en la que muchos núcleos de población están al borde de la exclusión social y el umbral de extrema pobreza, y todo como consecuencia de una política de cohesión social, de empleo y educativa nefasta y sostenida durante más de tres décadas, que ha defendido como eslogan perpetuo el “mantener la carga de trabajo” para las industrias de la Bahía de Cádiz.Este mensaje, aparentemente “bien intencionado”, ha generado efectos nocivos y destructivos en mi gente. En primer lugar, les ha introducido en sus genes, de generación en generación, que los vocablos carga y trabajo, deben ir juntos. Como si el trabajo tuviese que ser una carga para el ser humano y no una forma de realizarse como persona. Puede parecer un simple matiz o una suspicacia insulsa, pero cuando se martillea a las personas durante lustros con que es necesario que para que ellos puedan progresar y vivir dignamente, alguien (o “alguienes”), casi siempre impersonal, etéreo e indeterminado, otrora público ora privado, tengan que traer “los tornillos” para que ellos y ellas puedan apretarlos, termina transformándose a esa sociedad en una tribu subsidiaria, dependiente y reactiva, a merced de gobiernos de mala uva que han tratado (y siguen tratando) a mi gente como simples maquileros de poca monta.Como consecuencia, el espíritu emprendedor, la actitud innovadora y la creatividad, simplemente se han ido al garete. Han sido sepultados debajo de efímeros paquetes de horas de trabajo, de encargos en muchos casos malogrados, que, como droga silente y adictiva se ha ido comiendo las entrañas de un pueblo, su ánimo por buscar alternativas, su inventiva, su ingenio, sus talentos, porque siempre llegaba la dosis necesaria tras un síndrome de abstinencia en forma de manifestaciones en las calles.Hoy mi tierra, y me duele en el alma decirlo, sigue bramando ese eslogan maldito, aquel que está destrozando lo poco que le queda de esperanza, sin darse cuenta de que antes o después su “carga de trabajo” será presa de orientales o de máquinas más eficaces y menos reivindicativas. En la Bahía necesitamos desenterrar con urgencia nuestra creatividad, aquí mal llamado ‘arte’, ser capaz de avivarla en nuestros hijos e hijas para que entre todos y todas podamos construir un lugar donde poder ganarnos dignamente la vida y prosperar como sociedad libre. Si queremos generar trabajo, hagamos caso a la Física, y no apliquemos fuerzas que no vayan en el sentido de nuestro devenir, de nuestro camino, de nuestro progreso. Aún hoy, interesa más a los poderes políticos traernos la “carga de trabajo” que permitirnos despertar de este largo y doloroso letargo. Generemos trabajo desde la acción, y siempre en el sentido de un futuro mejor. Nos lo merecemos.
Vivo en una zona de España y de Europa, la Bahía de Cádiz, en la que en pleno siglo XXI, más del 30% de los adultos de entre 40 y 55 años sólo tiene estudios primarios, en la que casi la mitad de los hijos e hijas de estas personas dejan sus estudios básicos y obligatorios antes de los 16 años; una tierra en la que más del 35% de las personas en edad de trabajar están en desempleo (en torno al 60% de paro juvenil) y en la que muchos núcleos de población están al borde de la exclusión social y el umbral de extrema pobreza, y todo como consecuencia de una política de cohesión social, de empleo y educativa nefasta y sostenida durante más de tres décadas, que ha defendido como eslogan perpetuo el “mantener la carga de trabajo” para las industrias de la Bahía de Cádiz.Este mensaje, aparentemente “bien intencionado”, ha generado efectos nocivos y destructivos en mi gente. En primer lugar, les ha introducido en sus genes, de generación en generación, que los vocablos carga y trabajo, deben ir juntos. Como si el trabajo tuviese que ser una carga para el ser humano y no una forma de realizarse como persona. Puede parecer un simple matiz o una suspicacia insulsa, pero cuando se martillea a las personas durante lustros con que es necesario que para que ellos puedan progresar y vivir dignamente, alguien (o “alguienes”), casi siempre impersonal, etéreo e indeterminado, otrora público ora privado, tengan que traer “los tornillos” para que ellos y ellas puedan apretarlos, termina transformándose a esa sociedad en una tribu subsidiaria, dependiente y reactiva, a merced de gobiernos de mala uva que han tratado (y siguen tratando) a mi gente como simples maquileros de poca monta.Como consecuencia, el espíritu emprendedor, la actitud innovadora y la creatividad, simplemente se han ido al garete. Han sido sepultados debajo de efímeros paquetes de horas de trabajo, de encargos en muchos casos malogrados, que, como droga silente y adictiva se ha ido comiendo las entrañas de un pueblo, su ánimo por buscar alternativas, su inventiva, su ingenio, sus talentos, porque siempre llegaba la dosis necesaria tras un síndrome de abstinencia en forma de manifestaciones en las calles.Hoy mi tierra, y me duele en el alma decirlo, sigue bramando ese eslogan maldito, aquel que está destrozando lo poco que le queda de esperanza, sin darse cuenta de que antes o después su “carga de trabajo” será presa de orientales o de máquinas más eficaces y menos reivindicativas. En la Bahía necesitamos desenterrar con urgencia nuestra creatividad, aquí mal llamado ‘arte’, ser capaz de avivarla en nuestros hijos e hijas para que entre todos y todas podamos construir un lugar donde poder ganarnos dignamente la vida y prosperar como sociedad libre. Si queremos generar trabajo, hagamos caso a la Física, y no apliquemos fuerzas que no vayan en el sentido de nuestro devenir, de nuestro camino, de nuestro progreso. Aún hoy, interesa más a los poderes políticos traernos la “carga de trabajo” que permitirnos despertar de este largo y doloroso letargo. Generemos trabajo desde la acción, y siempre en el sentido de un futuro mejor. Nos lo merecemos.
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