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ANTONIA ERA MI ABUELA
Tu mujer quiere llamar a tu hija Antonia
y no sabe que Antonia era mi abuela
que además heredaba el nombre de su madre
para dárselo también a la menor de sus hijas.
Antonia era mi seudónimo
en los concuros de poemas.
Te recuerdo que mi abuela Antonia
se murió de tristeza
el año antes de que yo naciera.
Te recuerdo que era pobre y era enferma.
Te recuerdo que yo escribo desde mi caverna
como un hombre viejo:
que sólo el vino me anima
y la soledad me da paz.
Te recuerdo que perdimos a Mateo
y que cuando sangré tu última hija
Antonia era uno de sus nombres.
Te recuerdo que me dejaste sola
con mi sangre de Antonia
una mañana.
Llámala Antonia como en una novela.
Y acúnala. Llámala Antonia en la plaza
y en la escuela. Y rétala: "¡Antonia, no hagas eso!"
¡"Comé, Antonia!", "¡Antonia, se hace tarde!".
Tengo toda su vida en mi cabeza.
Porque Antonia era mía: era bisnieta
de aquella Antonia que bordaba.
Era nieta de mi madre, que te extraña
todavía.
Era hija de la loca que escribía.
Llámala Antonia, que será justicia.
Justicia de mis muertos que la esperan.
Justicia de la vida que la trajo.
Justicia para este pobre poema.
Carina Sedevich.
Este poema, desgarrador, pertenece al libro inédito Escribió Dickinson, que aparecerá en abril de 2014 en la colección Fénix de Poesía de la Editorial Brujas (Córdoba, Argentina) y que uno, ante muestras como esta, está ansioso por leer.