(Dedicado al lector enamorado):
Pensando en la referencia que alguien -o más de un alguien- hizo un buen día sobre lo costoso de celebrar una fecha tan inventada como San Valentín, he querido utilizar el término italiano “carissimo” (lengua romántica donde las haya) para abandonar su hermano significado español y reconvertirlo al “queridísimo” que siempre preferiré.
Si existe algún día a celebrar que no tiene por qué costar un céntimo es el 14 de febrero, Día de los Enamorados. En todas las demás fechas señaladas de la vida de una persona (incluidas fiestas tradicionales), es imperativo ofrecer/recibir un obsequio material. Al menos, es costumbre entre la gente que se estima, se quiere y se recuerda. Lo contrario es tan incomprensible (y cuanto más cercano sea el lazo de unión, menos), como censurable. Hablo siempre del detalle, no de la necesidad de arruinarse, ojo.
Sin embargo, en San Valentín -para cualquier mujer que se precie de serlo- bastarán un gesto, unas palabras (hay dos en concreto que nunca están de más), un dibujo, unos versos, un par de frases pensadas sobre la imagen de tu deseo, una flor (no tiene por qué ser comprada) con una tarjeta personalizada, un beso de película inesperado, un cumplido sincero, un “deja que ya lo hago yo”, etc., etc., etc. Todos serán regalos carissimos, pero ninguno te costará dinero…
De modo que… ¿cuál será tu excusa este año en San Valentín? Si estás enamorado, házselo saber -especialmente- ese día. Solo gastarás algo de energía, queridísimo amigo…