Cada cultura tiene su mito de la creación, a través del cual se intenta comprender de dónde procede el universo y todo lo que contiene. Estos mitos pocas veces son algo más que cuentos concebidos por fabulistas. En nuestra época contamos también con un mito de la creación. Ahora bien, éste está basado en pruebas científicas, y reza más o menos así…
Vivimos en un universo en expansión, cuya vastedad y antigüedad están más allá de la comprensión humana ordinaria. Las galaxias que alberga se alejan precipitadamente unas de otras; son remanentes de una inmensa explosión, el Big Bang. Algunos científicos piensan que nuestro universo puede ser uno entre un vasto número —quizás infinito— de universos mutuamente aislados. Puede que unos crezcan y se colapsen, nazcan y mueran, en un instante. Otros quizá se expandan eternamente. Algunos podrían estar equilibrados de manera sutil y sufrir un gran número —tal vez infinito— de expansiones y contracciones. Nuestro propio universo o al menos su presente encarnación, se encuentra a unos 15.000 millones de años de su origen, el Big Bang.
Es posible que en esos otros universos las leyes de la naturaleza sean diferentes y la materia adopte otras formas. En muchos de ellos, carentes de soles y de planetas e incluso de elementos químicos de complejidad superior a la del hidrógeno y el helio, sería imposible la vida. Otros podrían tener una complejidad, una diversidad y una riqueza superiores a las del nuestro. Si existen otros universos, tal vez nunca podamos desentrañar sus secretos y mucho menos visitarlos. Pero en el nuestro disponemos de materia suficiente en la que ocuparnos. Nuestro universo contiene unos 100.000 millones de galaxias, una de las cuales es la Vía Láctea. «Nuestra Galaxia», solemos decir, aunque desde luego no somos sus dueños. Está compuesta de gases, polvo y unos 400.000 millones de soles. Uno de éstos, situado en un oscuro brazo espiral, es el Sol, la estrella local (hasta donde sabemos, anodina, vulgar, corriente). En su viaje de 250 millones de años en torno al centro de la Vía Láctea, acompaña al Sol todo un séquito de pequeños mundos. Algunos son planetas, otros, satélites, asteroides o cometas. Los seres humanos somos una de las 50.000 millones de especies que han prosperado y evolucionado en un pequeño planeta, el tercero a partir del Sol, al que llamamos Tierra. Hemos enviado naves para reconocer otros 70 mundos de nuestro sistema, y para penetrar en la atmósfera o posarse en la superficie de cuatro: la Luna, Venus, Marte y Júpiter. Estamos comprometidos en un empeño mítico.
Carl Sagan. Miles de millones (1996). Algunas cifras – como la edad del universo o el número estimado de estrellas en la Vía Láctea – han sufrido alguna modificación desde que Sagan lo escribió.