Carnaval
Y durante todo un año dejaremos de ver acodados en la barra de cualquier bar a espadachines de capa y espadas charlando animadamente con bucaneros de los de parche en un ojo…y dejaremos de ver a la vuelta de cualquier esquina a barbies peludas encabezando un grupo de bailaores de flamenco , zombis, chachas de cofias y guantes blancos, ladrones de traje y corbata portando sobres gigantes bajo el brazo, lobos de dos patas, curas bailando con monjas, cientos de peculiares y personalísimas marilinesmonroes con cinturas de avispa aunque sea a fuerza de apretar o estrangular lorzas, jonatans, o yenis con retorcidos aros de oro aquincallado en las orejas… se fue el carnaval y llega el momento de enseñar algunos de esos deslices de imaginativa y loca magia.
Pero como mis noches de largas y eternas madrugadas bajo el escaso abrigo de cualquier disfraz (de momento) ha quedado para el recuerdo, solo puedo mostrar una pizca del color y la belleza con la que esos incansables carnavaleros que protagonizan el desfile del domingo, tienen a bien ofrecernos. En fin, que lo que quiero decir es que soy diurna y eso es algo reñido con estas fiestas vampíricas pero, a pesar de ello, nocturneando poco y hablando mucho con quien ha hecho jornada intensiva bajo las estrellas, me siento apta para opinar sobre estos cambios que han introducido en nuestro carnaval y que se reducen a un gran acierto y un gran desacierto. Sobre el nuevo horario del desfile del domingo: solo hacía falta echar un vistazo a los bares para darse cuenta de que está bien pensado, pero sobre el asunto de no dejar sacar las barras a la calle…pues, o corremos un tupido velo o largamos
«Y digo yo que para qué correr velos tupidos y estúpidos…»
Carnavales los hay por toda nuestra geografía (nuestra y no tan nuestra), algunos más reconocidos, otros mimados por las televisiones (empeñadas y emperradas en sacar año tras año los mismos de siempre), otros tan antiguos que su atractivo básicamente radica en la tradición…y después está el nuestro. Nacido casi de la nada, alimentado y crecido por la gracia de varias generaciones que poco a poco fueron otorgándole personalidad hasta conferirle una exclusiva idiosincrasia: calle, calle y calle.
Baile en la calle, tambores en la calle, disfraces multitudinarios en la calle, bebidas en la calle, comparsas en la calle, madres y padres y niños y abuelos, en la calle, pero este año…
¡Qué habrán pensado los turistas!…seguramente que el personalísimo y musical carnaval de Bajadoz ha perdido parte de su encanto. Ya no se diferencia de cualquier otro donde la gente sale disfrazada de casa para meterse en cualquier bar, más o menos grande, para bailar vestidos de colorines al ritmo de la música del momento. Hasta este año, eso solo era una opción más; la otra era beber y espantar el frío danzando alrededor de una de las muchas barras callejeras que animaban el cotarro.
San Juan desolado, bares cerrados, camareros sin un dinerito extra…
Y esto nos lleva a un exclusivo y extenso rincón: el del botellón. Y no tengo nada en contra, el que tenga vasija, quiera beber y ese sea su gusto pues…a mi que me registren, que sinceramente me importa un carajo pero, no quiero que el carnaval participativo y callejero que un día fue este de Badajoz, se pierda con imposiciones que puedan dejar hoteles vacíos y botellodromos llenos…
Las Fallas están a punto de nieve, y no sé…pero dudo que prohíban los cohetes…y los San Fermines…la verdad, no soy capaz de visualizarlos sin el alboroto de la gente viviendo a tope las fiestas…pero lo mismo aquí, que somos más papistas que el Papa, después de luchar por el nobiliario título de Fiesta de Interés Turístico Nacional, una vez conseguido se pretenda obtener el de Fiesta del Silencio…
- María Penís