Sí, es carnaval. Mucha gente lo vive, lo disfruta, lo sufre, lo siente. Y yo lo observo. Me disfrazo con muchísimo gusto, de hecho el día de mi cumpleaños va a coincidir con el domingo antes de carnaval así que me imagino que ambas razones van a ser un cocktail peligrosamente potente de celebración.
Por todo el ambiente festivo que rodea mi rutina esta semana, quiero dedicarle un espacio pequeño y acogedor en el blog a esta fiesta pomposa y poco discreta. Pero desde el punto de vista psicológico claro (en este caso de la psicología social). No vamos a perder el norte.
Múnich no es precisamente una ciudad en la que el carnaval se celebre con especial devoción como pueda ser Colonia, Cádiz, Venecia,Tenerife o Río de Janeiro. Es sin embargo una oportunidad que muchos utilizan a pesar de no vivir en la ciudad idónea, para dar rienda suelta a sus represiones, como diría Freud. Así podemos ver como algunas personas desplegan su enorme sentido del humor y lo comunican a través de disfraces irónicos, graciosos, extrovertidos. Otros aprovechan para llamar la atención eligiendo disfraces exuberantes, extravagantes, muy llamativos. Y otros transmiten su hostilidad a través de disfraces agresivos, impactantes. La gama de personajes y objetos a imitar es extraordinariamente variada. Alguna hay por ahí que también aprovecha la ocasión para expresar sus represiones más íntimas en forma de destape.En carnaval, todo vale.
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