Querida felicidad:
De nuevo te escribo, creo que siempre te escribiré y acabaré con un punto y seguido. Siempre que me dirijo a ti, me envuelve una sensación dicotómica, puedo decirte tanto en unas letras y a la vez, me siento pequeña y es muy poco lo que puedo decir con lucidez y sentido. Aún así, comienzo.
Quiero dibujarte en forma de ideas claves, no para encontrarte, sino para conocerte. Te imagino poliédrica, llena de caras, aristas, detalles... Tal vez este dibujo sea muy parcial y limitado, pero hacerlo se convierte en una necesidad personal.
No puedo concebir la idea de felicidad sin su unión con la libertad. Ser libre es una puerta abierta para poder elegir entre tantas posibilidades, me encuentro ante una realidad de nuestra sociedad: la infinitud de posibilidades que tenemos para todo, desde lo más sencillo como elegir unos yogures en el supermercado hasta lo más complejo como elegir un estilo de vida con todo lo que eso conlleva. Una libertad a medias entre miles de estímulos y cada vez menos pensamiento crítico. Una libertad que se disfraza rápidamente y pierde su esencia. Ante una pequeña o gran decisión, ¿soy realmente libre de elegir o he recibido mensajes persuasivos que me llevan a elegir solo una posibilidad?
Tampoco imagino una idea de felicidad sin la compañía del concepto de verdad. Hace tiempo leí una frase de Salvador Espriu que dice: "La verdad es un espejo roto en mil pedazos". De nuevo aparecen mil posibilidades, ¿en qué trozo de verdad quiero reflejarme? La Verdad solo es una, pero en nuestra sociedad está fragmentada y todas se expresan como la Verdad. La intolerancia se magnifica y la rigidez están visible en tantos ámbitos sociales, pero detrás de una pequeña verdad siempre debería haber escucha, empatía y respeto. Soy muy feliz con mi verdad, que para mí es una gran verdad, pero siempre siendo consciente que otras verdades son válidas y necesarias en la diversidad.
Creo que en este recorrido en torno a la felicidad, debo relacionarla con la duda. Ante tantas posibilidades, llega la incertidumbre. Se convierte en un reto la gestión de la duda entre tantas decisiones que debemos tomar. Decisiones que en su mayoría buscamos el bienestar y de fondo está el horizonte de la felicidad, pero surge la duda, ¿este será el mejor camino, esto me acerca a lo que quiero, esto me hará feliz? Es imposible transitar un camino sin dudas, en todas las opciones hay una porción de realidad que se escapa del control (tal vez una porción inmensa). Tomo consciencia que vivir con incertidumbre y poder vivir con paz es un aprendizaje diario.
Termino con estas palabras de Jordi Muñoz: "¿Y si además, la humildad fuera clave para la felicidad? El otro día me contaban una metáfora que me encantó: me dijeron que la felicidad era como la tecnología. No estamos todavía preparados para hacer un buen uso de ella. Quizás porque nos falte humildad para escucharla, reconocerla, descubrirla".
Nos encontramos entre letras.
Un abrazo.
Elena