Cuando me enojo, cuando pierdo la paciencia, cuando me fastidio: siempre es mi problema. Siempre es mi falta de recursos para gestionar la situación de mejor manera. No importa lo que hagas, no tienes la culpa de mis reacciones, y en nuestra relación, soy yo la responsable del "ambiente" entre las dos, al menos de aquí a que dejes de ser una niña.
¡Todavía hay tanto en ti de bebé! Me estremezco de pensar en lo rápido que creces y, sin embargo, me he pasado los últimos días pidiéndote que entiendas, que te adaptes, que me pongas las cosas fáciles. Una tontería de mi parte; pero así somos los adultos: nos ponemos tontos de vez en cuando y a veces en lo más importante. Tú, ni caso: es mi problema.
Te encomiendo a Dios cada mañana y cada noche, y confío en que él suple mis -nuestros- fallos, faltas e inconsistencias. Lo convierto en Su problema, ¿como ves? Yo te amo y hago lo que puedo. Estoy dispuesta a pagar por tus sesiones de análisis, como hizo mi mamá. Te apoyaré incondicionalmente toda mi vida, como sigue haciendo ella conmigo; siempre.
Silvia Parque