Hola hijo mío, te escribo esta líneas que dictan mi alma, palabras que sangran y me quitan la calma.
Tengo tanto que decirte, que no expreso nada. Cómo expresarte cuando no existen palabras.
Te debo tanto, mis ojos me queman, mis dedos tiemblan, emociones encontradas, ¡Cómo expresarlas!.
Sentirte entre mis brazos, tan delicado, con miedo a romperte. Llorando solo de tenerte, de sentirte; te abrazo a mi pecho, lloro de nuevo.
No existe ser humano que venza tan profundo sentimiento; no hay nada más fuerte, que tus pequeños dedos sosteniendo mi aliento.
Sonrisas bañadas en lágrimas, provocadas por tus pequeños bostezos. ¡Tus ojos cerrados expresan tanto! Te veo dormido y soy el vulnerable; rendido a tus leves suspiros, a tu menor movimiento.
Eres tan frágil, tan perfecto, la imagen viviente de un deseo anhelado; aunque esa imagen viviente, solo este en mi mente.
No tengo voz que exprese lo que grita mi alma; mis manos que tiemblan, con lágrimas impresas, manifiestan más que mil palabras.
Cuando tuve la oportunidad de que pudieras llegar, yo nunca estuve ahí; ahora que estoy aquí, ya es muy tarde para poderte recibir.
Hijo, te amo tanto, en un amor que nunca he conocido, un amor que he perdido, porque consciente estoy, que el tiempo corrió; llevándose consigo la única oportunidad de conocerte, cuando pude escoger entre tenerte o no tenerte.
Ahora estoy aquí, abrazando un sueño anhelado, arrepentido de no haberte tenido, porque yo soy el único culpable… De que tú nunca hayas nacido.