Revista Literatura

Carta abierta a… un galeno mediocre

Publicado el 28 febrero 2011 por House

   Querido:
   No sé quién eres, ni cómo te llamas, ni cómo eres física ni socialmente. Pero eso es intrascendente porque la ineptitud que has demostrado carece de limites. Has superado la barrera de la torpeza y de la mediocridad. Manifiestamente quedó patente en la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. 
   Cada vez que leo la noticia, me indigno más. No entiendo cómo no has sabido diferenciar la paja del trigo. O lo que es lo mismo, una enfermedad inflamatoria intestinal de una anorexia nerviosa y trastorno de la personalidad.    Quiero creer y suponer que a pesar del tiempo, has reconocido tu error. Un error, por otro lado, que sirvió para hundir la vida de un adolescente y de su familia. Respóndeme a una pregunta, ¿de qué le sirve ahora el dinero? ¿Con esos euros se repara el daño moral, psicológico y social? Sabes perfectamente que no. 
   Cinco años de la vida de un adolescente no es fácil de reparar, sobre todo cuando hablamos de errores médicos. La suerte que has tenido es que la indemnización tú no la pagas. La paga tu empresa. Ahí está la diferencia. Tú tendrías que pagarla. Para el futuro tendrías más cuidado en tus diagnósticos. Seguro. 
   Nadie es perfecto. Lo sabemos todos. Una cosa es ésa, y otra bien diferente es tu torpeza. Cualquier médico no está libre de un error de diagnóstico, pero una cosa es un error de diagnóstico porque la sintomatología no está clara o porque no se reúnen de los suficientes elementos para el diagnóstico, y otra, bien distinta es diagnosticar lo que tú diagnosticado en su momento: una enfermedad completamente diferente a la que realmente padecía el muchacho en cuestión. 
   No es serio. Lo sabes (espero). Pero ya es tarde. El mal es irreparable porque el daño está causado. Espero que reflexiones. Rectificar es de sabios. Quizás erraste el camino, y debes tomar otra senda más adecuada. Claro que visto así, si te dedicas a la agricultura, por ejemplo, quizás confundas los tomates con la cebolla, y el trigo con la uva, y las manzanas con las patatas. 
   Medita. Reflexiona y actúa en consecuencia. Pero siempre ejerciendo la prudencia. De lo contrario, volverá a cometer imprudencia. Y quién sabe si esta vez en vez de una condena económica, esa vez sea una condena penal. A veces las mediocridades se transforman en patologías. Y tú no escapas a ello. ¿Cuál será tu próxima heroicidad? Prefiero no pensarlo.

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