Revista Literatura

Carta abierta… a un señor

Publicado el 02 febrero 2011 por House

Querido amigo:
Hace un par de años aproximadamente publique en el diario asturiano El Comercio un artículo de opinión en relación a cierto empresario de la región. En él hacía una glosa de su figura humana, social y empresarial, y terminaba indicando que yo lo consideraba una de esas pocas personas a las que verdaderamente se merecían el titulo de señor. 
Sin duda, tú eres otro señor. 
Estoy completamente seguro que no leerás esta carta. Desgraciadamente la vida te ha vuelto a jugar una mala pasada. Aunque te la lean, tampoco la entenderás, pero si estoy en condiciones de afirmar que me quedo muy tranquilo, créeme, al escribirla. Y eso, al menos, ya es importante. 
Hace tres décadas que marchaste. Dejaste tu intensísima actividad pública víctima de los egos patológicos y obsesivos de un grupo de indeseables. Malversando la palabra ‘amistad’, te asestaron cientos de puñaladas hasta que acabaron contigo (metafóricamente hablando, claro). Ahora pretenden inmolarse, como corderos degollados, victimistas, dibujando el pasado y la historia a su imagen y semejanza, que poco tiene que ver con la autentica realidad. 
Aquel caldo de cultivo que fomentaron quiénes se hacían pasar por tus amigos, hoy tristemente se ha convertido en el pan nuestro de cada día. Con la palabra ‘amistad’ prevaricaban y malversaban. Y así les fue. Ellos solos se hundieron en el fango y en el lodo porque cuando no existe un líder (o si existe lo tienes maniatado y manipulado), el grupo termina dividido y fragmentado en mil pedazos. Hoy tenemos evidentes ejemplos muy similares. 
Y hoy aún siguen prevaricando y malversando con la amistad. Basta con darse una vuelta por las redes sociales para comprobar cómo se invoca la amistad para, egoísta y egocéntricamente, contemplarse embelesado su propio ombligo. Patético me parece esta actitud. Y luego dicen ser solidarios… ¡Son unos hipócritas de cojones! (con perdón). 
Para que me entiendas: los traidores de entonces, hoy se postran de hinojos ante ti y pretenden tributarte homenajes y loas, como mercaderes del templo, para que se les vea y sus receladas bondades se prodiguen. Ahora, ahora que tú no puedes decirles nada, ni poner orden y concierto. Pero la Historia se está ocupando de ello. Siempre fue así, y en esta ocasión, también. 
Tres décadas después de tu marcha, es el momento no sólo de tributarte el más grande y mejor de los honores que un país puede –y debe- tributar a sus auténticos héroes, sino de reconocer y agradecer cuánto hiciste en su momento. En un momento de la historia de este país en el que los vendavales soplaban en contra, y no era fácil seguir construyendo el camino. Pero tú sí fuiste capaz de continuar la obra. 
Tu pensamiento siempre iba en la misma dirección: el bien común y el futuro. Fue una época difícil, en la que, como decían recientemente en un programa de televisión, tú te convertiste en el arquitecto de la democracia. No fue fácil. Al contrario. Tuviste que lidiar el peor de los toros, jugar en terrenos encharcados, y saltar al vacío sin red. Pero tu seguridad, tu confianza en el futuro y en la propia sociedad fueron tus mejores aliados. Y aquí estamos. 
Muchas gestas de entonces se han extrapolado hasta hoy.  Heroicas hazañas en las que tuviste que negociar y negociar para lograr tus metas, las nuestras. Sabían que eran batallas difíciles de ganar, pero tu constancia y tu serenidad se convertían en tus mejores cartas de presentación. Aquí están los resultados, tres décadas más tarde.
Hoy todo ha cambiado. Esta sociedad se ha hecho madura y racional. A veces, demasiado exigente; otras, excesivamente torpe. En cualquier caso, del bienestar actual tú eres el responsable. Me alegro por ello, y te felicito. 
Parafraseando el mundo taurino, tuviste que dar bastantes naturales y llevarte el toro una y otra vez a tus terrenos porque salió bravío el astado. Quería embestir y empitonar, pero te ocupaste que no fuera asi. Frenaste sus objetivos. No me extraña esa actitud, si consideramos que había permanecido encerrado en los chiqueros durante cuatro largas décadas. Muchos lances le diste al bovino hasta que lograste tus objetivos. Entonces nadie se dio cuenta de aquello, pero hoy sí. Hoy sabemos quién es quién y, como decía antes, quién es el arquitecto de esta gran obra.
Tu vida personal y familiar también fue dura. Varios fueron los embistes, algunos mortales, desgraciadamente. Y eso, como bien dice Ana María Matute, pasa factura. A ti te la ha pasado, y te está obligando a pagar un carísimo y penosísimo peaje. 
No es necesario escribir mucho más acerca de ti y de tu colosal obra maestra. Cierto es que tu nombre ya está en la Historia de este país, en la Historia de España. Como en las antiguas batallas romanas, tú eres un laureado. Tu eres alguien tan especial para una inmensa mayoría, que tu nombre, tu solo nombre, de entrada, es síntoma de consenso, más allá de credos, egos, o luchas intestinas. 
Ya es tarde para homenajearte. Los homenajes hay que hacerlos en vida o, al menos, cuando el cerebro aún tiene respuesta. Pero desgraciadamente, éste no es el caso. A pesar de esto, es justo y necesario reconocer públicamente cuánto hiciste y cuánto gestaste. 
Confío en que llegue el día en que los españoles sepamos ser objetivos y reconocer que, por encima de ideologías y credos, hay algo que sobrepasa y no conoce fronteras ni estatutos. Me refiero al autentico significado de la palabra ‘patria’, cuando a los ciudadanos se nos estremece nuestro cuerpo cuando escuchamos nuestro himno, recordamos a nuestros héroes, nos sentimos orgullosos de cuánto se logró en beneficio de todos. Ello resulta magnánimo por encima de cualquier otro sentimiento feudal, que tanto anida últimamente. 
Y tu, amigo, diste una lección magistral de patriotismo, de consenso, de unidad y, sobre todo, de democracia. 
¡Gracias. Lástima que hoy no puedas poner a otros en su sitio, y darles una lección de humildad y de consenso!  Sabes, te echo de menos. Lo prometo.
  

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