Tengo un amigo, que nunca fue independentista y que creo que se acerca más a los postulados de la izquierda con coleta que a otra cosa, que tiene la inmensa habilidad de trasladar cualquier cuestión profunda o de peso a cosas cotidianas. Si le hablan de la insoportable levedad del ser, él lo ajusta al problema de la cesta de la compra, si le hablan de las maniobras económicas entre Estados Unidos y China, por ejemplo, él lo baja la relación entre dos encargados de la fábrica, y así tiene la sorprendente y maravillosa capacidad de hacer entendible lo que muchas veces no lo parece. Hoy voy a intentar ponerme en su piel y defender con su estilo mis ideas.
Podría hablar de que Cataluña es una gran nación, antigua, con una historia propia, tradición en Europa y el Mediterráneo, pero sinceramente, a mí me da igual. Me gusta la historia, incluso algunos sabréis que me atrevo a novelar sobre ella, pero me interesa la historia como tal, como algo sucedido en el pasado y que en muchas ocasiones es altamente interpretable. Imaginemos que alguien, dentro de doscientos años, leyera sobre lo que ocurre hoy en Cataluña, si leyera la prensa unionista vería una realidad, mientras que si leyera la prensa soberanista, el cronista del futuro tendría otra versión muy diferente del mismo hecho. Pues si eso pasaría, o pasa, hoy en día, qué no podemos esperar de cosas que sucedieron hace cientos de años. Por eso, de verdad, no le doy mayor importancia al hecho histórico para reclamar la soberanía de Cataluña como país.
También podría comentar la sarta de agravios que se han hecho desde España a Cataluña, pero también esa parte creo que tiene trampa, porque España no ha hecho nada pues España no existe como ente vivo. En todo caso lo han hecho las personas que ocupaban, u ocupan, cargos de poder en el gobierno de España. No me parece bien el discurso de España contra Cataluña, de la gente contra la gente, porque entre otras cosas, la mayoría de los catalanes que conozco no lo aplican en sus vidas, no lo usamos, pues hemos aprendido a diferenciar entre gobernantes y personas normales en ambos sentidos del puente aéreo.
Podría acogerme a la parte cultural, que evidentemente sí se ha visto dolida por las decisiones de los sucesivos gobiernos estatales en estos últimos ciento y tantos de años, pero aun así, si Cataluña hubiera estado en Francia, nos habría ido peor. Y también hay muchos catalanes que no se sienten identificados con la cultura catalana de la gralla, el Barça o Lluis Llach, ya que somos una sociedad muy permeada y absolutamente heterogénea. Por eso este no es definitivo para mí porque me siento tan emocionado e identificado con un 3d10 dels Minyons como con un poema de Machado o Lorca.
El argumento económico parece el más claro para todos, seas de la opinión que seas, y profeses el signo político que profeses. Es una realidad que los ciudadanos de Cataluña pagan unos impuestos superiores a la media del resto de españoles y reciben mucho menos que esa misma media. Hay otros que están peor, los baleares por ejemplo, pero creo que coincidimos una gran mayoría de catalanes en que Cataluña no recibe el trato que merece por parte del estado central. También podríamos habernos autogobernado (en lo que nos dejan) algo mejor, cierto, pero tener catorce o dieciséis mil millones de euros (casi tres billones de pesetas) más o menos al año durante un montón de años..., ayudan mucho a una buena gestión.
Y como estos podríamos encontrar muchos más argumentos, patrióticos, fronterizos, deportivos, sociales, políticos,..., sin embargo, al inicio del post he prometido argumentar con el método de mi amigo, así que aquí va mi intento.
En mi opinión es como si en un bloque de pisos, un vecino que fuera propietario tuviera que pagar alquiler por vivir en su propia casa, además de no tener voz ni voto en las juntas de vecinos, tener que ver la televisión del resto sin poder cambiar de canal, pagándola, por supuesto, y además, cada vez que hubiera una derrama en el edificio fuera el encargado de hacerse cargo de la mayor parte. Por supuesto, cada vez que el ayuntamiento diera ayudas al edificio para remodelar la fachada o instalar una calefacción más moderna, este vecino propietario que paga alquiler con intereses por vivir en su propia casa, no recibiría ni un euro, contaría con la reprobación del resto de vecinos cada vez que abriera la boca, y encima estaría obligado a dirigirse a ellos en cristiano.
No sé si he sido capaz o no de dar un ejemplo entendible, porque yo no soy mi amigo, como él no es yo, no tengo su estilo pues cada persona tiene sus ideas, sus pensamientos, sus compromisos y sus reglas, así como su manera de expresarlas. Por eso los motivos para votar sí a la independencia son muchos y variados para cada uno de nosotros, y todos son válidos, todos son igual de importantes. En mi caso es algo tan sencillo como que me siento catalán, así de simple. No tengo manía a nadie, no le deseo el mal a nadie, no me siento más importante que los demás, más bien lo contrario si hemos de ser sinceros, y odio profundamente a los nacionalismos, pero quiero ser catalán y no me dejan serlo.
Me hace mucha gracia todos los que se postulan como ciudadanos del mundo, ciudadanos sin banderas, sin fronteras, hombres de intelecto superior y espíritu abierto que cuando juega la selección de su país se alegran, y gritan, y cantan los goles o las cestas, con orgullo patrio, o se saben los nombres de sus científicos ganadores de premios internacionales, o siguen a su cantante en un concurso de música ligera, o se cabrean cuando alguien hace una insinuación malévola sobre los habitantes de su país, y se alegran cuando van a un país extranjero y ven su bandera en el lobby de un hotel, e incluso sacan pecho cuando un escritor patrio gana un premio de reconocido prestigio internacional. Pues bien, señores, yo también quiero ser un ciudadano del mundo, también quiero dejar de enarbolar una bandera que me cansa como cualquier otra, pero quiero hacerlo con mi pasaporte catalán en el bolsillo y mi país compitiendo con el resto de países del mundo en el área que sea, y en esas circunstancias es que me oirán decir que no creo en las banderas porque soy un ciudadano del mundo.
No conozco ni un solo país en la historia, ni pasada ni reciente, que siendo independiente haya solicitado ser readmitido al país del que se independizó. Ni un solo ejemplo he sido capaz de encontrar tras goglear con fruición la consulta por largo rato. Recientemente han habido varios casos de independencias, de referéndum y votaciones de autodeterminación de los pueblos, y hemos podido comprobar una constante, en Escocia y Quebeq, por ejemplo, siguen los movimientos nacionalistas y muchos de sus habitantes lamentan haber votado “no” cuando les preguntaron, mientras que en otros, como Lituania (que por cierto recibió las mismas amenazas hace unos años por parte del “establishment” a las que está recibiendo Cataluña, hace apenas unas semanas jugó la final del Eurobasquet contra la selección española), Letonia, Estonia, Croacia, o República Checa no volverían al lugar del que salieron jamás y todos sus habitantes conviven en total normalidad, como en cualquier otro país.
Por eso os pido, ciudadanos del mundo, sea cual sea el tamaño de ese mundo, que vayáis a votar sin miedo el 27 de septiembre por la soberanía de Cataluña, con fe, con alegría, con convicción, porque estoy convencido de que es mucho mejor cometer nuestros propios aciertos y errores que vivir a remolque de los de los demás.