Te escribo con un sólo motivo.
No para felicitarte como solía hacerlo.
Tampoco para explicarte los motivos.
Te estuve pensando y te ví caminar entre mi armario.
Como el reflejo de una sombra me atacó un pensamiento suicida.
Por eso he decidido no volver a imaginar el cómo será, el cómo estarás ni el cómo encontrarte.
Fue una decisión díficil.
Debo aceptarlo. Debes creerme.
Existen decisiones díficiles.
Otras son simplemente necesarias.
La tuya, me imagino, fue díficil. Por eso tardaste tanto.
La mía fue necesaria. Por eso tarde tanto.
Descubrí el secreto de tu mirada. Lo siento.
Se que lo evitaste a toda costa.
Lo siento. No fue suficiente.
Vos fuiste una decisión díficil. Tambien necesaria.
Con amor,
Penelope