Es noche
y el silencio se vuelve insoportable.
Resuena en mi cascajo
como el silbato de un desesperado.
Pronto
comenzarás la historia de mi sangre,
recolectarás gota a gota el sufrimiento
y por ti podrán saber
que era yo quien hacía posible
el extraño encantamiento de poder
cambiar por silencio los ojos de los bueyes.
Sin embargo,
habla por mí,
restaura con tu voz
el edificio transparente
que dejé insatisfecho
a la orilla de mi arenoso viento
Cuenta,
no mis obsesiones del laberinto inexistente,
no hables
que en las noches
prodigaba mi insomnio de animal abandonado.
Habla
de mi condición desadaptada,
de ese “no hallarme nunca”,
de mi rotunda incomodidad,
de mi rabia ante el mundo.
Habla
de esta noche,
de esta confusa tiniebla
de ojos ensangrentados.
Comenta
con delirio
que solía acometer contra las paredes
intentando sacar de golpe la sombra inocente
que no merecía mi desprecio.
Ten en cuenta
y acláralo
que no partí como un cobarde
sino que partir
era mi única forma de llegar por fin.
No descuides
la imagen inclemente del asombro,
de mi sonrisa procurando tu tranquilidad
o de mis besos intentando la fallida fórmula
para llevarte hasta mi reino.
Cuenta,
Siempre,
que sólo fui un desilusionado,
un poco de sol y lluvia y arco-iris,
tan sólo un transeúnte
que no intentó nada,
que no robó nada,
que no construyó nada,
que fui sólo un transeúnte,
un ser de paso,
una silueta buscando la tiniebla.
Cuenta
que entré en este mundo
y que lo dejé pronto de un portazo
o que me fui en puntillas
para no despertar ningún recelo
y que contrariado
me tiré por la ventana
después de revolcarlo todo.
Cuenta,
sí,
que no fui ningún poeta
sino simplemente
un transeúnte.
Alguien que vio las cosas
y las entendió muy pronto
para olvidarlas en las manchas de las nubes.
Alguien que no aceptó el soborno,
que entendió muy pronto
el horror cotidiano de todas las auroras.
Alguien simplemente
que se fue sin equipaje alguno
buscando cosas imprecisas,
no sin antes,
haberte dado la última caricia.
Cuenta también
que al partir
fui como un muerto,
que de pronto,
sin aviso alguno
abrió los ojos
demostrando con ello
su calidad
de fantasma desvelado.
Cuéntalo,
tú que me viviste
para no estar tocando
como el viento en las ventanas
o como esa cosa transparente
que en las noches
torpemente se tropieza
con todos los objetos de la casa
buscando siempre
la salida.