Revista Literatura

Carta Insomne

Publicado el 14 noviembre 2010 por Zeuxis
Carta Insomne


Es noche

y el silencio se vuelve insoportable.

Resuena en mi cascajo

como el silbato de un desesperado.

Pronto

comenzarás la historia de mi sangre,

recolectarás gota a gota el sufrimiento

y por ti podrán saber

que era yo quien hacía posible

el extraño encantamiento de poder

cambiar por silencio los ojos de los bueyes.

Sin embargo,

habla por mí,

restaura con tu voz

el edificio transparente

que dejé insatisfecho

a la orilla de mi arenoso viento

Cuenta,

no mis obsesiones del laberinto inexistente,

no hables

que en las noches

prodigaba mi insomnio de animal abandonado.

Habla

de mi condición desadaptada,

de ese “no hallarme nunca”,

de mi rotunda incomodidad,

de mi rabia ante el mundo.

Habla

de esta noche,

de esta confusa tiniebla

de ojos ensangrentados.

Comenta

con delirio

que solía acometer contra las paredes

intentando sacar de golpe la sombra inocente

que no merecía mi desprecio.

Ten en cuenta

y acláralo

que no partí como un cobarde

sino que partir

era mi única forma de llegar por fin.

No descuides

la imagen inclemente del asombro,

de mi sonrisa procurando tu tranquilidad

o de mis besos intentando la fallida fórmula

para llevarte hasta mi reino.

Cuenta,

Siempre,

que sólo fui un desilusionado,

un poco de sol y lluvia y arco-iris,

tan sólo un transeúnte

que no intentó nada,

que no robó nada,

que no construyó nada,

que fui sólo un transeúnte,

un ser de paso,

una silueta buscando la tiniebla.

Cuenta

que entré en este mundo

y que lo dejé pronto de un portazo

o que me fui en puntillas

para no despertar ningún recelo

y que contrariado

me tiré por la ventana

después de revolcarlo todo.

Cuenta,

sí,

que no fui ningún poeta

sino simplemente

un transeúnte.

Alguien que vio las cosas

y las entendió muy pronto

para olvidarlas en las manchas de las nubes.

Alguien que no aceptó el soborno,

que entendió muy pronto

el horror cotidiano de todas las auroras.

Alguien simplemente

que se fue sin equipaje alguno

buscando cosas imprecisas,

no sin antes,

haberte dado la última caricia.

Cuenta también

que al partir

fui como un muerto,

que de pronto,

sin aviso alguno

abrió los ojos

demostrando con ello

su calidad

de fantasma desvelado.

Cuéntalo,

tú que me viviste

para no estar tocando

como el viento en las ventanas

o como esa cosa transparente

que en las noches

torpemente se tropieza

con todos los objetos de la casa

buscando siempre

la salida.


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