Eladio López GarcíaRegimiento Álava XXII2º Batallón 3ªCompañia
Málaga 7 de Agosto de 1921
Querida Matilde:
Me alegraré que al recibo de esta estés bien, yo me encuentro bien de salud gracias a Dios.
Pues te contaré que ya me encuentro en Málaga, en el cuartel de Transeúntes esperando el barco que nos ha de llevar a África, estamos confinados toda la compañía y no nos dejan salir a conocer la ciudad. Los mandos se encuentran muy alterados y nos contagian de su nerviosismo, no saben qué nos vamos a encontrar, al parecer hubo varios miles de muertos y desaparecidos causados por los moros. No es que te quiera asustar, pero es la realidad de lo que nos aguarda al otro lado del mar.Después de la instrucción apresurada que nos dieron y el fatigoso viaje por ferrocarril, el estar ahora ociosos nos hace pensar y divagar, me asusta sobremanera que seamos como los caídos anteriores, carne de cañón. Vamos mal equipados pues ninguno tiene botas y llevamos el mismo uniforme de dril de los soldados desde la guerra de Cuba. Lo peor es que por ejemplo los fusiles también son de la misma época, si con ellos no pudimos con los mambises, no se me imagina cómo podremos ahora con la morisma. Apenas llevábamos un par de meses incorporados al ejército haciendo la instrucción cuando nos trasladan aquí por lo que hay algunos que apenas saben utilizar los rifles.Bueno, ya te iré contando según vayan pasando los días cómo me va por tierras africanas.Recibe un beso de éste que te quiere:Eladio--------------------------------------------------Yo sabía que mi abuelo para su desgracia, había combatido en la guerra civil, pero creo que apenas nadie en la familia conocía el dato del viaje a África pagado por el ejército para cumplir el compromiso del servicio militar. Era lógico si lo contemplaba, en aquellos tiempos te podías librar del servicio pagando una cierta cantidad, lejos del alcance de un peón del Canal de Isabel II como era mi abuelo. Por lo que no le cupo más remedio que hacer el petate y despedirse de la familia y marchar a la ventura.
Es decir, que ante mí se abría una ventana a la historia de la familia que nadie conocía, el haberme apropiado de las misivas me iba a hacer partícipe del conocimiento de unos hechos ignotos de los que estaba ansioso por conocer, por lo que comencé la lectura de la segunda carta.