Cartas desde Lisboa

Publicado el 15 octubre 2020 por Olgasierra @mimododever

A madre se la tragó el meandro. Contaba abuela que, desde muy niña, sintió fascinación por las sinuosas curvas que dibujaba el río a su paso por nuestra comarca. Decía también que, en una de sus ondas más irregulares, la del Hechizo, una mañana de julio conoció a un marino portugués cuyo barco había encallado. Aquel joven, desorientado y sediento, le pidió agua y madre le ofreció la que llevaba en su damajuana. De regreso al pueblo, nadie creyó su historia Tomaron por locura, o necedad de boba, todo cuanto refirió del barco y del portugués. Abuelo, avergonzado ante la persistencia y crueldad de las burlas, terminó por encerrarla en casa el resto del verano. Todo el otoño. Y, también, el invierno…En primavera nací yo.

Madre sabía contar cuentos y conseguía que lo maravilloso sucediera. Con ella aprendí a sumarle colores al arcoíris, a encender estrellas con los ojos, a ascender gateando hasta el cosmos que anida sobre las nubes y a escuchar a la luna cuando recita complicados trabalenguas. Yo le enseñé a escribir su nombre, a pronunciar la letra “erre” y a contar hasta veintiuno. Precisamente ese día, el de su vigésimo primer cumpleaños, el río se la tragó. Eso fue lo que me dijeron los abuelos cuando una noche no regresó a la hora de la cena. Aunque siempre sospeché que esa historia no podía ser verdad.

Esta mañana, mientras dejaba que el viento jugase a los nudos con mi pelo, una langosta muy gorda me ha traído un diminuto mensaje entre sus patas. Aunque la caligrafía no es muy buena, sé que son noticias suyas. De madre. Dice que me ama con los quince colores de su arcoíris; que pronto vendrá a buscarme en un barco enorme, el de padre; que la letra “erre” es su favorita y que está segura de que me encantará vivir en Lisboa.

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