Casa de fantasmas
Publicado el 21 diciembre 2010 por B
A M le dio por hacerme una pregunta inquietante a dos metros de la casa de L. Que si era miedosa. Así, de sopetón, de noche y con una lluvia fina que cada vez caía con más fuerza. Que si era miedosa, porque desde que N se enteró de la historia no ha vuelto a pisar la casa de L. Ni piensa, además. Pozuelo, diez y media de la noche y la casa de L es grande, con varias plantas, bonita, con dos perros tímidos (o miedosos), un árbol de Navidad y un sótano con mesa de billar, sofás, y L, que interrumpe mi observación mientras me sirve vino en una copa y me pregunta que si soy miedosa, que si he visto el cuadro. El del salón, el del niño pequeño, con un perro, un perro que es exactamente igual al mío. Que en esta casa hay alguien más, lo juro, y ese alguien es ese niño, que he oído su voz llamando a mi perro, que los vecinos han escuchado pasos por el tejado cuando esta casa estaba vacía. La alarma de mi casa se ha conectado estando la corriente quitada, la minicadena se ha encendido sola, y la campana de bronce, la de al lado de la cocina, ¿la has visto?, ha sonado en mitad de la noche. Con todos en la cama. Que yo lo noto, que amigos míos han visto una sombra blanca paseándose por el garaje, que nadie se atreve a dormir en esta casa, que una amiga mía después de que se desplazara un cochecito antiguo que hay en el salón varios metros, sin que nadie lo empujara, lo juro, se fue a dormir al parque. Y mi madre no me cree, porque nunca ha visto nada raro, y me dice que a ver qué fumo, y que vale, que puede que a veces tenga razón, pero a mí se me han puesto los pelos de punta más de una vez sin ningún motivo aparente. Y cuando L estaba poniendo una tercera copa de vino, y M tenía en la cara una sonrisa nerviosa que no le pega nada, se apagaron las luces de repente, una bola de la mesa de billar rodó por el tapete hasta caerse al suelo y se cerró de un portazo la puerta del garaje. Bueno, no, esto último no pasó, pero cuando subimos al salón y pasé por delante del cuadro, eché un vistazo rápido al cuadro del niño, que sí, que posa con un perro igualito al de L, y de la misma forma que en la mayoría de las iglesias los ojos de los santos vigilan todos tus movimientos, yo notaba clavados en la nunca los ojos de ese niño rubio que, cuando sabe que L puede oírle, llama sin parar su perro.