Hace muchos años, un grupo de amigos decidieron hacer una cabaña cerca de su casa. En ella las aventuras de unos críos se contaban por pares, casi siempre gamberradas, jejeje. Con el paso del tiempo, un nuevo crío llego al barrio. El era más guay, o muchos de los críos lo pensaron. Al poco tiempo, construyó una nueva cabaña, y todo el mundo fascinado por ella se fue quedando a uno solo. La cuestión es que un día le dijeron que lo que tenia el, no era bueno, que estaba casi en ruinas, y que se fuera con ellos. El crío no se lo pensó dos veces, pegó una patada a la cabaña, y se unió al nuevo grupo. Años más tarde miró atrás y se dio cuenta de que lo que podía haber sido suyo, lo había destruido por querer, o mejor dicho, por no querer luchar por lo que era suyo.
Moraleja... nunca destruyas tu propia cabaña, porque a alguien no le guste, o crea que por muy mala que sea; esa es tu cabaña, lugar donde pasara tu vida, y el único que realmente puede llegar a destruirla, eres tu y no los demás.