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Casa "los Giles"

Publicado el 11 octubre 2009 por Ingelmo
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Hacía ya varios años que tenía puesto el ojo en este caserón alicantino, que se encuentra situado junto a la autovía A-31, entre las poblaciones de Villena y Sax. Siempre me llamaba la atención cuando pasaba junto a ella con el coche camino de la costa alicantina y mi cabeza no podía evitar el imaginar como habría sido la vida en ella en su época de esplendor.

Esta casa señorial es conocida como los Giles y fue construida a principios del siglo XX muy cerca de Santa Eulalia, una colonia agrícola semiabandonada, edificada de nueva planta a finales del siglo XIX, al estilo de las colonias textiles catalanas, por el Conde de Alcudia, Antonio de Padua Saavedra, y D. Mariano Bertodano y Roncalí.

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Según Gabino Ponce Herrero, los Giles responde al tipo "Casa Grande" dentro de la clasificación que hace de las casas agrícolas de Sax:

"Estas casas estaban ligadas a antiguos grandes propietarios, en absoluto dedicados al trabajo directo de las tierras, llevadas mediante encargados, medieros y peones. Estos propietarios, en su mayor parte rentistas, fueron vendiendo sus fincas a lo largo del siglo XX para trasladarse a Valencia y Madrid principalmente."

"Las casas se caracterizan por sus grandes dimensiones, a menudo con dos o más plantas habitables, y las de finales del siglo XIX y principios del XX por su carácter suntuoso, manifiesto en el estilo arquitectónico, en su selecta ornamentación y en la reserva de una parte de las tierras de labor para espacios ajardinados. En ocasiones estas casas son auténticos palacios. Además, siempre desligadas de estas viviendas, a espaldas de ella o formando calle, aparecen otras edificaciones y dependencias destinadas a bodegas, almacenes de grano y frutos, depósitos de herramientas y aperos, cuadras para el ganado de labor, viviendas para el encargado y los peones, etc. Junto a la casa y dependencias se extienden las tierras de labor."

La casa los Giles tiene forma cúbica, con un tejado a cuatro aguas. Cuenta con tres plantas y en la última destacan las mansardas, que confieren al edificio su singular elegancia y cierto aire parisino.

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Pues bien, aprovechando mi estancia en Caudete, a unos 25 km. de la casa, hace algunas semanas me decidí a visitarla, pero cuando llegué allí y, a través de las ventanas de la planta baja, que están abiertas, vi colchones tirados por el suelo, litronas, revistas, etc., me entró el canguelo y me limité a sacar fotografías del exterior.
Pero ayer, tras varias semanas buscando información a cerca de la historia de la casa, la curiosidad me venció y provisto de botas de obra, casco y linterna, me colé por una de las ventanas y recorrí cada una de sus plantas ;-]
Casa Casa Al principio me lo tome con mucha cautela y prudencia, había entrado solo en la casa y no tenía ganas de toparme con alguien que la pudiera estar habitando temporalmente y me viera como a un invasor...
Sala a sala fui cerciorándome de que al menos en la planta baja no había nadie, a la vez iba identificando posibles salidas alternativas en caso de tener que salir por patas. En la cocina encontré una puerta abierta que salía a la calle por la fachada trasera.
En la planta baja encontré, a parte de los mencionados colchones, estanterías volcadas y sobre todo multitud de revistas antiguas que cubrían los suelos por todas partes.
Casa Casa Ya algo más confiado, comencé a subir las escaleras hacia la planta primera. Eso sí, en cualquier caso, trataba de hacer el menor ruido posible en cada paso, andando prácticamente de puntillas y aguzando el oído. Si había alguien en la casa, tenía claro que quería verlo yo antes de que me viesen a mí.
Pero lo cierto es que fuera hacía mucho viento, y al no disponer las ventanas de vidrios, el viento entraba en la casa a su antojo haciendo chirriar algunas puertas e incluso, mientras subía por la escalera hacia la planta superior, podía oírse en ésta el continuo golpeteo de una contraventana de madera. El corazón casi se me sale del pecho.
Casa Casa Casa Las pulsaciones no recuperaron su ritmo cuasi normal hasta que alcancé la planta superior y pude comprobar que en la casa no parecía haber nadie más que yo. Y digo parecía, porque por el camino había dejado sin inspeccionar aquellas salas en las que la puerta estaba cerrada. Si alguien andaba escondiéndose de mi, ¿por qué iba yo a querer descubrirle?...

En la tercera planta encontré varios somieres de muelles y de nuevo varias estanterías volcadas y revistas regadas por todas partes. Además, una golondrina que había anidado en el foseado de escayola del techo, asustada, no paraba de revolotear de un extremo a otro del distribuidor.

Y ahora viene lo mejor. Llevaba ya algo más de media hora dentro de la casa y mientras tomaba fotografías de las características mansardas, comienzo a escuchar ruido de voces y pasos en la escalera. No me dio casi tiempo ni de acojonarme cuando tres yoncarras, de entre 25 y 30 años, llegaron hasta donde yo estaba. Pero lo cierto es que iban tan ensimismados en su conversación y en sus cosas, que no se habían percatado de mi presencia; así que, como no me quedaba otra, decidí saludarles:

- Buenas tardes, chicos. - Les dije, tratando de sacar una voz lo más varonil posible.

- ¡Anda, mi vieja! Pero si hay un hombre aquí... - Respondió uno de ellos, en un tono que a mí me pareció desafiante.

E inmediatamente otro, al verme con el casco de obra, dijo:

- ¿Qué pasa? ¿qué vais a restaurarla?

Entonces vi la luz... ¡Qué va! Al final los propietarios han decidido demolerla. - Les dije.

- Mejor. - Respondió escuetamente.

- Y a mi me han mandado de la ingeniería para que haga un informe fotográfico del estado en que se encuentra. - Continué.

- Oye, no vayas a llamar a la guardia civil, - dijo el tercero, que hasta el momento se había limitado a observarme atentamente - tan sólo hemos venido a fumarnos unos cigarritos.

- ¡Cigarritos y una poca polla! - Pensé, porque lo que les dije fue que no se preocupasen, que por mí podían hacer lo que les diese la gana, pero que tuviesen mucho cuidado de por donde pisaban, pues la estructura del edificio estaba seriamente dañada y no sería raro que se viniese abajo antes de que nos diese tiempo a demolerlo.

A continuación se encerraron en el cuarto que queda a la izquierda del desembarco de la escalera y yo di por finalizada mi sesión fotográfica. Bajé las escaleras bien ligerito y hasta que no me vi fuera de la casa no respiré tranquilo.

Para terminar, os dejo un par de videos que grabé en el interior de la casa. El primero en la planta intermedia y el segundo en la planta superior.


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