Revista Literatura

Cásate con el Kaizen

Publicado el 21 octubre 2011 por Migueldeluis

Cásate con el Kaizen

CC –by –nc Thomas Hawk

Para que tenga éxito el Kaizen, la empresa debe casarse con él, porque es una relación a largo plazo que abarca el resto de sus vidas — Karn G. Bulsuk

Muchos de vosotros habréis oído hablar sobre el kaizen. Algunos, eso espero, en mi blog. Se trata de un método que preconiza ir haciendo pequeñas mejoras constantemente que, con el tiempo, se transforman en grandes mejoras, revolucionando tu forma de trabajar y vivir.

Karn G. Bulsuk, se centra en el origen del Kaizen, esto es, la empresa; pero como, ya os he dicho, el kaizen puede y debe aplicarse a todo, desde hacer deporte o hacer los deberes hasta el trabajo o las aficiones. Porque si algo merece hacerse, merece hacerse bien, y si merece hacerse bien merece mejorarse. Y, lo mejor de todo, mejorar lo que haces mejora tu ser.

En ese sentido se puede decir que la productividad personal y la organización, o el GTD es un elemento de Kaizen. Pero, como nos recuerda Karn el Kaizen sólo funciona si se toma como un matrimonio, algo destinado a durar para siempre. No se trata de una innovación para salir del paso hoy, jamás funciona así, sino que sus beneficios –inmensos– los proporciona en el largo plazo.

Kaizen no hará que un niño que suspenda tres, saque todo sobresaliente mañana, pero dejadle tiempo. Os sorprenderiaís.

Como en un matrimonio, las consecuencias de serle infiel al Kaizen son perversas. Si mientras se mantiene una fachada de mejora constante, no se hace nada por cambiar se crea el peligro de la incompetencia inconsciente, que es la peor.

Incompetencia inconsciente
Lo hago mal, pero creo que lo hago “normal” o con algún “defectillo” o, estoy convencido de que lo hago mejor que la mayoría, o aún peor de mejorar: lo hago mejor mucho pero aún lo hago mal.

La solución no es divorciarse, no puede ser abandonar, por supuesto, pues eso sería lo mismo que conformarse con hacerse esclavo de tus propios defectos. Y una cosa es ser humilde trabajando por mejorar sabiendo que uno tiene límites, pero otra conformarse con la –perdón– sustancia excrementosa que comienza con mi-go y acaba en Erda.

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