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Casi me matan

Publicado el 10 diciembre 2010 por Joanillo @silosenovendo

CASI ME MATANEl autor de esta historia trabajaba por placer. Le gustaba sentirse útil y constantemente procuraba adquirir nuevos conocimientos con los que desarrollarse personal y profesionalmente. Empezó muy joven, unos días antes de cumplir los 18 años. Los primeros años laborales le dieron la oportunidad de rotar por diversos puestos y no desaprovechó el tiempo. Aprendió de todos ellos hasta que un día cualquiera decidió dar un salto y empezar una nueva aventura en un campo totalmente nuevo.

La historia se repite: le gusta su trabajo, se esfuerza, se forma… y obtiene buenos resultados para la organización. Con el tiempo se convierte en una persona valiosa y así es reconocida por sus superiores. Aparecen las primeras promesas de desarrollo profesional, aunque no en un futuro inmediato. El empleado se las cree y se mantiene tremendamente motivado en su puesto. Pero la primera oportunidad se desvanece como el humo de un cigarrillo y, en su lugar, vuelven a construirle una segunda.

El empleado se la cree nuevamente y sigue con un alto grado de motivación dando buenos resultados. Esta vez no era el humo de un cigarrillo, sino un sueño cualquiera de un día cualquiera. También desaparece de un día para otro, con la misma facilidad con que uno se despierta y toma conciencia de la vida real.

No importa; le construyen un tercer sueño; el empleado no cree que esa tercera vez vaya a ser otro intento fallido y sigue rindiendo al máximo con el pensamiento puesto en la meta fijada. Pero los pensamientos también se evaporan, como el humo de los cigarrillos o como los sueños. Y este pensamiento no fue una excepción.

Un buen día ese empleado se descubre con 40 años, con una trayectoria profesional a sus espaldas llena de buenos resultados conseguidos a base de esfuerzo y tesón, pero sin más reconocimiento que algunas palmaditas en la espalda. Si mira hacia adelante solo ve promesas, pero la realidad es que su posición en la organización lleva siendo la misma desde hace 15 años y probablemente no cambie en los próximos 25. La empresa lo necesita ahí, precisamente en ese puesto en el que tan buenos resultados aporta. Para tenerlo motivado no importa construirle algún sueño de vez en cuando y cambiárselo cuando sea menester.

Lo peor de todo es que ese empleado descubre la farsa con 40 años y se siente atado a la empresa; fuera de ella carece de la experiencia necesaria para optar a posiciones diferentes, simplemente porque nunca nadie le dio la oportunidad de hacerlo. Sólo le queda la alternativa de esperar dentro de la organización a que alguna de esas promesas se convierta en realidad. ¿Cuándo? ¿Dentro de 5 años? ¿Cuándo tenga 50? ¿Cuánto tenga 60? ¡¡Quien sabe!! No queda más alternativa. La empresa lo mató, profesionalmente hablando. Promesa tras promesa lo fueron llevando desde los 25 años de edad hasta los 40, sin haberle dado nunca la oportunidad de ejercer funciones diferentes. Y ahora el empleado se descubre atrapado, muerto. Ya no tiene edad para empezar de cero en otra organización ni tiene experiencia que le permita optar a nuevas posiciones en otra empresa. Sólo queda esperar y confiar en la suerte. ¡¡Un cadáver profesional de 40 años!!

Como muchos de ustedes ya habrán adivinado, este artículo es autobiográfico. Más que un lamento pretende ser una llamada de atención para aquellas personas que un día se vean engañadas y defraudadas en sus expectativas. ¡¡El tiempo corre en su contra!! Si no toman conciencia pronto de la situación y no ponen remedio por su parte en lo que sea posible, pueden verse atrapados en una posición para toda la vida. Muertos. No tendrán opciones por fuera porque la empresa les negó la oportunidad de adquirir experiencia en nuevas funciones. Sólo les quedará la alternativa de ver pasar el tiempo desde su actual puesto y confiar en que algún día alguien repare en ellos. Si eso no sucede… así hasta la jubilación.

A mi la empresa casi me mata. Y digo casi porque fui capaz a darme cuenta que los jefes que tuve no eran dignos de mi confianza. Porque descubrí que sus promesas solo pretendían motivarme para sacar de mí los resultados que ellos necesitaban, eso sí, en la posición en la que estaba. No querían perder un buen vendedor y para lograr ese objetivo cualquier arma era útil: hipocresía, falsedad…

Yo me di cuenta de esto con 4o y pocos años y en su momento se me vino el mundo encima. Me vi atrapado en un puesto que no me aportaba ningún aliciente, sin oportunidad de optar a otra posición en empresas ajenas porque mi propia organización se preocupó de que yo no adquiriera la experiencia necesaria que echar en mi mochila. Me vi 25 años más haciendo lo mismo, a merced de lo que mi compañía quisiera hacer conmigo. Así de duro.

Y un buen día di un puñetazo en la mesa y los mandé a todos al carajo. Decidí que mi futuro jamás iba a depender de terceras personas y que mis metas me las marco yo. ¡¡Casi me matan!!, pero por suerte no lo consiguieron.

Aunque pueda parecer que quise crear un artículo para dedicárselo a mis “enemigos”, realmente sólo pretendo hacer reflexionar a aquellas personas que se esfuerzan por desarrollarse y no lo consiguen porque alguien les bloquea intencionadamente. ¡¡No den oportunidades!! ¡¡Reconsideren su futuro y reorienten su carrera antes de que sea demasiado tarde!! El tiempo juega en su contra. Les deseo mucha suerte y mucho valor.

fIRMA SOCIAL BUSINESS

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