SinopsisRebeca ha vivido una vida solitaria desde que sufrió un último desengaño. La irrupción de Pizza, una encantadora perrita que se encuentra sola y abandonada, dará un giro a su vida inesperado. Pizza, una cazadora de piel y una niña encantadora, se encargarán de que el destino de Rebeca cambie radicalmente. Cuando conozca al sexy y archiconocido piloto de moto GP Paul Stone perderá el miedo a vivir que le impedía tomar las riendas de su vida.
AutorMegan Maxwell, nacida en Nuremberg, hija de española y norteamericano, es el seudónimo bajo el que escribe Carmen, una romántica empedernida nacida en Alemania, pero criada por su madre y su familia en Madrid.Durante años trabajó como secretaria, hasta que, por causas del destino, un buen día decidió escribir novelas románticas, destacando entre ellas, además de la que nos ocupa, que obtuvo el Premio Dama 2010 y el Premio Rosa de Romántica's del mismo año, Te lo dije, Deseo concedido, Niyomismalosé, Te esperaré toda mi vida, Las ranas también se enamoran (Premio Dama 2.011 y Colmillo de Oro 2.011), Fue un beso tonto, Olvidé olvidarte, Y a ti que te importa, Desde donde se domine la llanura, Los príncipes azules también destiñen, Pídeme lo que quieras y Llámame bombón (que he comprado hoy en preventa y podré leer a partir del día 4 del mes que viene; creo que es esa fecha, pero tampoco estoy muy segura).
ArgumentoRebeca Rojo, una abogada que vive con Pizza, una perrita que encontró cuatro años antes abandonada en una cajita, comprando los regalos navideños tiene una "discusión" por una cazadora con un hombre muy atractivo. Unos días después, cuando va a esperar a su hermano Kevin a la estación de Atocha, una niña se pone a jugar con su perra Pizza; cuál no será su sorpresa cuando se de cuenta de que la niña va acompañada del "hombre de la cazadora".Rebeca no tiene ni idea de quién es Paul Stone, famosísimo piloto de moto GP, pero ambos sienten una profunda atracción. ¿Conseguirá Rebeca volver a confiar? ¿Y triunfar en su trabajo aunque sea mujer y su jefe sea, además de un machista redomado, una mala persona?.
- Eres joven, tesoro mío —continuó—. Tienes veintitrés años. Eres linda, educada, tienes una casa bonita. ¿Pero qué más tienes? —La cara de Rebeca se transformaba por segundos, pero la toledana prosiguió—: Sé que no te gusta que me meta en tu vida. Y sabes que no me meto —se mofó—. Pero ya hace tiempo que pasó lo de Félix y creo que ya es hora de que encuentres a alguien que te quiera como tú te mereces. Sabes que eres como mi hija, que por ti haría cualquier cosa. Por ello, y a riesgo de que me mandes a paseo, como haces algunas veces, me permito decirte que no todos los hombres son iguales. Los hay buenos y malos, mejores y peores, guapos y feos, ¡pero hay que conocerlos!
- Pero a Rebeca le quedaba por comprar algo para su hermano. De pronto vio en el escaparate de una tienda una cazadora de cuero marrón. ¡Eso le gustaría! Fue decidida a comprarla, pero justamente el hombre que entró antes que ellas en la tienda, también buscaba lo mismo. Vaya por Dios, pensó Rebeca. Solo quedaba esa. Hasta la semana siguiente no recibirían más. Rebeca, dispuesta a llevarse la cazadora, miró al hombre que se disponía a probársela y, sorprendiéndose a sí misma, dijo: —No creo que sea su talla, ni su estilo. El hombre se dio la vuelta para mirarla. No sabía si hablaban con él y, cuando vio a aquella joven, la miró extrañado y preguntó con una sonrisa: —¿Por qué cree que no me va? Ainsss, madre... ¡Qué digo... qué digo!, pensó con rapidez. —Creo... creo que ese color no va con el tono de su piel. Además, esa talla es pequeña para usted. Se ve a la legua. El desconocido, tras cruzar una mirada con Ángela, que se había quedado sin palabras, se dio la vuelta, se miró en el espejo y se la probó. En ese momento Rebeca se fijó en él. Era un hombre muy atractivo, y por su acento al hablar, se adivinaba que no era español. Parecía americano. Treinta y pocos años, más alto que ella, con buen porte, e iba impecablemente vestido con un traje de Armani. Sin poder dejar de observarle, se fijó en su oscuro pelo y en sus inquietantes ojos, que la traspasaban a través del espejo.
- Mira, Rebeca, te confesaré algo. En este último año, aunque tú no lo supieras, te he estado observando. Sé la cantidad exacta de veces que Richard te ha pedido ayuda, y tú le has ayudado desinteresadamente. Tengo buenos informadores. —La miró sonriendo—. Tampoco creas que no he notado el poco interés que Cavanillas ha mostrado hacia tu trabajo por tu condición de ser del sexo femenino. En la reunión dije que Cavanillas consideraba a Richard un número uno, pero creo que ese calificativo te corresponde a ti. Solo quiero, y necesito, que respondas como hasta ahora. La única diferencia que habrá entre antes y ahora es un ascenso en tu carrera. La oferta que te estoy haciendo es interesante para ti y tu futuro, y no creo que seas tonta y vayas a desaprovechar esta oportunidad.
Valoración: 8
Leído el 25 de Enero de 2.013