Esperanza comprendió que, aunque aún era joven, para avanzar debía dejar el pasado atrás. Tomó las ruinas de su vida y se propuso construir un hogar, pero no contaba con que su joven novio, un conformista militante, no tuviera mayores aspiraciones en la vida que el contentarse con simplemente existir. En consecuencia, los hijos que ambos procrearon nacieron con los sueños derrumbados.
-“Con que sepan sacar cuentas me basta”.- decía el longevo conformista, ahora convertido, sin querer queriendo, en esposo y padre de familia.
Los descendientes de este conformismo esperanzado, incapaces de construir castillos en el aire, se contentaron con simplemente existir.