En el Mundial de Sudáfrica, el pasado sábado Alemania echó a los corrales a la Argentina de Messi. Ambos se enfrentaron en cuartos, y la superioridad germánica arrolló a la argentina. La verdad es que ver un campeonato del mundo de fútbol en el que Leo Messi no catapulte un disparo al fondo de la red es inusual. Y el de Sudafrica ha sido así.
Probablemente el astro argentino a estas alturas esté volando rumbo a su Rosario natal mustio y tristón. Pero, como era de esperar, el problema es ajeno a él. Durante los partidos, él ha hecho lo que ha podido, y se ha visto siempre ‘un Leo Messi’ que arrastraba y tiraba del equipo. Al contrario que le sucede cuando viste la camiseta blaugrana. Porque, recuérdenlo, el Barça es un equipo, y como tal actúan sus jugadores dentro y fuera del césped.
El problema de la selección argentina no es que Messi tenga o no un buen día. Para nada. El jugador que es bueno lo es siempre, independientemente de que un partido esté más flojo que otro. (si así se puede definir el hecho de que un crack como el que nos ocupa no marque goles).
La selección porteña tiene un grave y serio problema que debe resolver lo antes posible por el bien de la nación argentina, que no tiene ninguna culpa, y que bastantes problemas tiene ya para, además, tener que cargar con una responsabilidad tan excesiva. La cuestión tiene nombre y apellidos. Se llama Diego Armando Maradona. Ése es el mayor de los problemas que tiene la selección argentina. Un seleccionador que se cree Dios, y que desde su altar está convencido de que a él todo el mundo debe rendirle pleitesía y hacer la reverencia a su paso. Supongo que será para que los demás se fijen en él y no le pisen.
El que haya sido un buen jugador, nunca un astro del fútbol, no le da derecho para conocer técnicas futbolísticas que aupen a un equipo a la consecución de la copa de un campeonato del mundo. Quiero decir: una cosa es que haya sido jugador y otra que sepa ser entrenador. Eso es lo mismo que un albañil se pone a diseñar una urbanización de chalets? Él sabrá mucho de construcción, pero lo más probable es que desconozca como se proyecta y se diseña una urbanización de esas características.
Ya lo dice el rico refranero español, “zapatero a tus zapatos”. Si a ese desconocimiento, sumamos la prepotencia, la egolatría, y la poca educación que tiene, se convierte realmente en lo que es: en un catedrático de la grosería, en su más pura esencia. Como un solemne maleducado y prepotente que es. Estoy seguro que hará muy buenas migas con otro tiparraco similar a él, y gabacho para más señas: Raymond Domenech.
El hecho de que el inquilino del Palacio del Elíseo haya intervenido es una muestra evidente de la roña que hay en la federación francesa de fútbol. Patético. Ruin. Vergonzoso. ¿Cómo es posible que una de las mejores selecciones de fútbol tenga un ambiente tan corrompido y contaminado? Además de educación, les falta de todo. Y así les ha ido.
Por lo que veo, ambos se van. El gabacho ya está en su casa, y el del país de Eva Perón ya está haciendo las maletas. Al menos, así lo expresó en rueda de prensa antes de emprender viaje de vuelta. Con su marcha, ambos están haciendo el mayor favor que podían hacer en toda su emponzoñada vida a sus respectivos países. Si Francia dio la imagen que jamás podía dar en un campeonato del mundo, Argentina no se quedó atrás, si bien la culpa no es ni de los jugadores ni del equipo técnico. La responsabilidad es sólo de una persona.
El de argentina ha hecho un flaquísimo favor a su selección. Como cualquier otra rata de alcantarilla, su destino es ése: una cloaca. En este caso, sí es lícito parafrasear a otro ínclito llamado ‘José María Aznar’, cuando pronunció la famosa frase de ‘¡Váyase señor González, váyase!
¡Váyase señor Maradona, váyase!
Y en lo sucesivo no vuelva a emponzoñar el fútbol internacional y, por respeto al país de procedencia, a su Argentina, retírese para siempre del mundanal ruido. Acuérdese que mafiosos, groseros, hipócritas, chorizos, y demás especímenes similares no tienen cabida en el mundo del fútbol. Aunque éstos sean sus amigos y a diario camine de sus manos.
Lo dicho. Si Domenech es un crack en las artes barriobajeras y groseras, Maradona copió e incluso lo superó. Y para muestra, el Mundial de Sudáfrica.