En su libro, Young declara que no hay una Guerra en contra de las mujeres, y refuta un serie de asuntos controversiales, desde la incidencia de violencia doméstica (no es tan frecuente como los medios de comunicación feministas quieren hacernos creer), la naturaleza de la violencia doméstica (ella afirma que la violencia doméstica es una calle de dos direcciones: investigadores de la Universidad de New Hampshire reportan consistentemente que las mujeres inician violencia física tan frecuentemente como los hombres. Además estudios recientes revelan que las lesbianas tienen también una alta frecuencia de violencia hacia sus compañeras. Los medios de comunicación esconde o reporta mal estos datos, fomentando de esta forma legislación construida sobre presunciones falsas), que la violencia masculina está dirigida principalmente en contra de las mujeres, o que las niñas son ignoradas en el salón de clase.
Ella ofrece evidencia que éstos y otros credos feministas básicos están equivocados, debido principalmente a la propensión feminista a la exageración, al estereotipo, a la sobregeneralización basadas en poca o ninguna evidencia.
Young argumenta que la batalla por la igualdad de derechos no es una excusa para retratar a los hombres como fundamentalmente malévolos. Ella explica que en los '80s, un sector radical del feminismo se convirtió en el principal y la igualdad para las mujeres comenzó a significar desigualdades para los hombres; es en este momento cuando ella y muchos otros se volvieron parte de una nueva marca de feminismo que busca una verdadera igualdad.
Un buen ejemplo de esta actitud hacia una igualdad desigual, y la que más le importa a nuestra causa, es la actitud de estas feministas hacia la custodia compartida. Mientras que condenan a los hombres por no contribuir lo suficiente en la crianza de los hijos, al mismo tiempo exigen que las mujeres tengan automáticamente la custodia de los hijos posterior al divorcio, porque ellas tienen la capacidad inherente de cuidar niños, mientras que los hombres no. Young establece un punto interesante aquí: como creía la moral victoriana, estas feministas creen que las mujeres son los frágiles guardianes del bien que deben ser colocadas en pedestales y protegidas. Young inteligentemente señala esta "extraña convergencia de feminismo radical y conservadurismo patriarcal – y la enajenación de ambas ideologías de la vida real”. Extrañamente, los argumentos los fundamentalistas cristianos de los “Promise Keepers” y la Organización Nacional de Mujeres están basados en las mismas premisas.
Young creen que mujeres y hombres deben aprender a llevarse bien. Las mujeres tienen hijos, esposos, padres y hermanos. Porque tenemos familias, no podemos batallar uno en contra del otro, tenemos que trabajar juntos, tenemos que buscar el bienestar el uno del otro. En el capítulo final de Ceasefire, Young propone un programa de doce pasos para detener la guerra de los géneros. Estos pasos incluyen:
-No asumir que el sexismo es la raíz fundamental de de los problemas de la mujeres.
-Rescribir las leyes de acoso sexual.
-Exigir que maridos y esposas tengan igualdad como padres.
-Sacar a la política de géneros de la Guerra sobre violencia doméstica.
-Parar de actuar como si los reclamos de las mujeres fueran más legítimos que los de los hombres.
En síntesis, el libro está bien escrito, bien argumentado, y cuidadosamente razonado, el libro que debe ser leído por cualquiera interesado en una verdadera igualdad entre los géneros.