Persisten en Paraguay los restos de una colonia llamada Nueva Germania, fundada en una aventura aria antisemita profesional dirigida por Berhard Förster y su esposa Elizabeth Nietzsche, sí, familiar de Friedrich, para ser más precisos: su hermana. Esta mujer retocó los textos del filósofo para ajustarlos al filo-nazismo que promovía. Además de un intercambio fluido epistolar con Benito Musolini, se sabe que Elizabeth tenía contacto directo con Adolf Hitler. Basada en cartas que documentan la gesta, Rituales de lágrimas continúa la saga que dio origen con Rituales de Sangre, una serie de asesinatos antisemitas investigados por la Iguana Quiroz: caricaturesco policía que como casi todos en este género, hará las cosas a su modo. En esta segunda parte han pasado dos años del desenlace sangriento de aquellas investigaciones cuando un nuevo asesinato sospechosamente iniciador de nuevos ritos obligará a Sheila (la hija del Rabino acusado) a investigar por su cuenta, con ayuda de un misterioso señor al que apodan El Gólem (y de alguna manera cumple la función de tal) y la Iguana, ahora retirado y recluido como hippie en su propia tienda de mermeladas en El Bolsón. Los pocos datos que le entregan cuando lo reclutan de manera violenta para volver a hacerse cargo de las investigaciones, apuntan a la secta ortodoxa judía de Tikv Zhitomir. Con esta información las cosas comenzarán a complicarse y nadie escapará de las sospechas. Soifer persigue un policial porteño que tiene mucho de americano y del cómic; en este caso entramado en las complejidades del mundo judío y los delirios de grandeza del nazismo con una línea investigativa compuesta por pistas complejas y alegóricas. Cuesta creer que cualquier investigador (inclusive de ficción) capacitado o no, posea semejante genio para concluir tan rápido en los pasos a seguir hacia la siguiente pista, y acertar siempre; por más absurdos que sean, como si las evidencias explotaran sin más en la mente aún cuando el hilo que une una pista y otra sea tan imperceptible como innesesario para quien lo construyó buscando denunciar. Algunas parecen verdades reveladas y no concluidas, como las religiosas, y las concluidas, pecan de inverosímiles. La prosa es prolija pero pierde sustentación en el largo aliento, aunque la estructura de género se respeta a rajatabla y nos mantiene en la vía del suspenso, no significa un despiste para los amantes del thriller a la espera de la tercera parte.