Cazadora

Camino infectada por la noche, sostenida de un desierto de silencio en abundancia; voy descartando excesos, quemando reiteraciones, estirando los límites, presintiendo un abismo que ya ni siquiera asusta porque a ningún pronombre pertenece. Alejo todos los sentidos posibles para acercarme a algo incierto, algo que tome una forma fugaz que me secuestre y que no emane de mi cuerpo, y no me queda otro remedio que depredar, animalar, reptar, asesinar, destrozar, desangrar, alucinar, anticiparme; robar un ánima y deformar su estampa; atontarla torturarla desnucarla reventarla, amplificarle todos sus siniestros, criar unas gargantas que me mientan y unos conejos que me mareen y no parar de girar y de extraviarme; vivir sin respirar hasta soplar desesperada cualquier voz por donde escape el tiempo hacia el exilio, y así rogar que en su fuga espantada tropiece y se imprima como error en el dibujo de la invisible red de estas efímeras palabras, que uso como trampa.