Según consta en documentos históricos conocemos que por Real Orden de la Reina Isabel II de España, le fue conferido a Pinar del Río el título de ciudad el 10 de septiembre de 1867, ante el significativo auge socioeconómico alcanzado por aquel territorio en la época colonial. Bajo la sombra de altos y abundantes pinares, y a orillas de un cristalino río que besa la tierra, la acogedora ciudad del occidente cubano celebra su aniversario 144 con los acostumbrados aires de importante villorio y siempre rejuvenecida por los cuidados de sus pobladores, quienes no escatiman esfuerzos para mantenerla bella. Desde sus inicios, esta zona de la Isla despegó con un desarrollo relevante de la industria tabacalera, lo que permitió convertir a esa demarcación en el centro de una región, donde se fundió lo mejor de la cultura popular y tradicional de generaciones multiétnicas, hasta conformar la identidad pinareña actual. Es innegable que los pinareños velan por la preservación de su memoria histórico- cultural, sus tradiciones, así como por el cuidado del paisaje urbanístico y sus valores patrimoniales. La fama universal del tabaco pinareño, de Vuelta Abajo; los valores culturales, la laboriosidad y hospitalidad de sus habitantes, además de las tradiciones combativas, le han dado a la ciudad la jerarquía requerida para convertirse en la capital de la provincia homónima. Constantemente se transforma la faz de esta urbe, con la construcción de edificaciones que conviven con inmuebles antiguos, mientras nuevos mercados, toda una gama de vendedores ambulantes y la alegría de sus gentes, le imprimen a las calles una animación especial. La soleada ciudad se distingue por su peculiar arquitectura, techos rojizos y la bondad de sus gentes, siempre solidarias y hospitalarias.