Revista Literatura

Centro Navideño...

Publicado el 13 diciembre 2010 por Marga @MdCala

Centro Navideño...
Ayer tarde estuvimos paseando por el centro de Sevilla y pudimos observar lo que os referiré a continuación. Gracias y/o a pesar de todo, concluyo como siempre que he de concluir: es un placer caminar por Sevilla y su Casco Antiguo. Es un placer ser y vivir en Sevilla.
-Para empezar y por increíble que parezca, pudimos aparcar el coche cerca de la Plaza de Armas sin pagar un céntimo. Perfectamente. Un milagro de Navidad... ¿qué si no?
-De manera anacrónica, escuchamos sendos grupos de chirigotas en plena Campana y calle Tetuán. Reivindicativos como siempre y nada uniformados, disfrazados o engalanados, cantaban a pleno pulmón intentando recoger algún aguinaldo. Y digo yo que no eran navideños...
-La nueva tienda de caramelos, bombones y galletas caseras situada en plena Sierpes entra por los ojos y por las narices, pero no por los bolsillos (a no ser que estés hábil y te introduzcas algún bombón en los mismos). Merece la pena acercarse aunque sólo sea por aspirar el aroma y hacerte una foto...
-El centro recoge y aúna gente de todas las nacionalidades, regiones, ciudades, colores y razas. Es como un popurrí multicultural. Algunos pasean como nosotros, otros tocan instrumentos tan variopintos como el arpa (...), otros cantan y bailan y los más desfavorecidos simplemente piden. Los peruanos, ecuatorianos y africanos montan sus puestecillos en la Plaza del Duque o en la Magdalena. Tendrán que bajar precios si quieren vender...
-Comprobamos que no todas las dependientas españolas son "tela de malajes". Las dos que me atendieron ayer (se compra poco, sí) eran pura simpatía y amabilidad. Envolvieron los regalos como si fueran para su familia. De todo hay en la viña del Señor y un acento extranjero no hace la bondad...
-Desagraviamos de la ira huelguista al dueño del Serranito de Alfonso XII, tomándonos un piscolabis en su barra. El capotito de melva sigue siendo altamente recomendable. Lo demás, también.
-Damos fe de que el señor Torrijos no es amigo de la Navidad (o solsticio de invierno, perdonusté): no sé si fueron tres o cuatro -en total- las calles que vimos iluminadas en pleno centro de Sevilla. Ahí donde acude el turismo. Donde acudimos todos. Donde se canta, se baila, se come, se bebe, se compra y se acuerda uno del que tiene apellido de dulce semanasantero en su versión masculina. Una pena, con la pinta de Papá Noel que se gasta...
-Los chinos nos invaden: sus negocios son de los pocos que no quiebran y además están abiertos siempre. Los chinos no tienen vida propia, pero su no-vida han decidido pasarla aquí. En España, digo. ¿O dónde comemos y compramos últimamente...?
-El señorito sevillano existe y permanece. No entiende de crisis. Sus patillas bandoleras, sus rizos traseros (en la cabeza), su jersey de cocodrilo debidamente anudado al cuello, su pulsera rojigualda (es lo único que comparto con él), su parienta ajena a todo y sus niños vestidos como Chenchos reencarnados, perviven. Algo es algo, dirán los que conservan. Estatus. Afortunados ellos...
-Nos volvimos a desagraviar de esto último y terminamos el breve (de noche es mejor comer poco) homenaje en La Pitarra, donde la punta de solomillo al cabrales está pa mojar pan, que es lo que hizo uno que yo me sé (de memoria).
Como dije al principio: es un placer ser y vivir en Sevilla. Con su todo. Con su nada. Con sus tópicos y sus típicos. Con su arte y con su olor. Incluso en semi-penumbra... ¡Ole esa Sevilla en Navidad!
P.S.: Otro día os contaré de Triana, su Barrio de San Jacinto, su calle Peñaflor y su Marino. Pero eso será otro día, con más tiempo...

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