-Te llevaré a un pequeño río donde antiguamente faenaban los pescadores. Cerca de uno de sus márgenes había una pequeña caseta conocida por todos como "la casita del pescador". Ahora es un hotel donde se respira paz. Es precioso. Pediré una habitación desde donde se pueda ver el río. Cogeremos unas toallas y las pondré junto a una cala muy escondida, de cuya existencia pocos saben... La bordea un muro y disfrutaremos de más intimidad. Te serviré una copa de algo que no hayas probado antes. Me encantaría que te desnudaras y adentrarnos en el agua cogidos de la mano. Nos besaríamos y permaneceríamos abrazados en medio de ese paraíso. Luego secaría tu cuerpo con mis labios. Te pondrías una de mis camisetas e iríamos al restaurante que hay en el hotel. Todo me daría miedo, hasta ese camarero que te pregunta qué quieres comer. Todo aquel que hable contigo, todo aquel que pueda conocerte como te conozco yo. Tendría miedo de todo.
-Porque siempre habrá alguien mejor que yo... Paro, que me pongo romántico.
-No pares de contarme, por favor, sigue.
-¿Porqué quieres que siga, si ya lo sabes?
-¿Qué es lo que sé? Continúa...
-¿Por qué me haces esto? Sabes que estoy enamorado de ti y tú de mí. Deja ya tus sueños, tanto desearlos y los tienes a tu lado. ¿Quieres seguir paseando conmigo de la mano, sin afrontar tus miedos?
-Ven, siéntate aquí a mi lado, estropeas el momento...
-¡¿Qué quieres ahora?!
-¿Cuál es tu deseo, Alberto?
-Que yo siempre sea suficiente para ti, Marta.