Revista Literatura

Certidumbres

Publicado el 04 septiembre 2011 por Gasolinero

Es cierto.

Cualquier cosa que lo sea, pero es un buen comienzo.

Las certezas nada tienen que ver con las cerezas; ahora la verdad no es universal: es personal.

—La verdad es que dos y dos son cuatro.

—No, es tu verdad.

A eso se le llama relativismo y el Papa está en contra.

Esto es una tontería, un mero ejercicio caligráfico (mecanográfico).

José María Sanz podría haber sido Pijoaparte de haber nacido un poco antes.

Yo también quería ser una Rock and Roll Star, pero sin tocar ni cantar, por la cara. Me gustaba el verso «querré alguien a mi lado que me recoja al caer».

Y vaya costalada, me pasó como a Sabino Méndez.

José María el taruguero me presto el disco donde estaba la citada pieza, no era de Barcelona; en Barcelona tal vez no se calienten con tarugos. Siempre me ha llamada la atención la destacable y desarrollada nuez del taruguero, a esa protuberancia de la laringe también se le llama bocado de Adán; suena bien. Lo del bulto del serrador metido a barman es una mera impresión, algo que recordar ¿Qué recuerdas de Fulano? La nuez, o las orejas, o como pronuncia las erres.

—¿Qué recuerdas de Luis Alberto de Cuenca?

—Que parece más pequeño que en la tele.

—¿Y de Alvarito?

—Que es muy malo

—¿Y de Patón?

—Nunca volveré a este local.

Las primeras impresiones cuentan mucho: la nuez y la simpatía.

Y los tarugos.

—¿José María puedes poner «Tarugos bajo el agua» de Derribos Arias?

—Iros a la mierda.

Un amigo mio le dijo a otro tipo que fue rico y ahora estaba de camarero que era un arruinado. Parece un pasaje de Cela, pero fue verdad. Se dice el pecado pero no el pecador. Cualquier cosa, por pequeña que sea, negro sobre blanco parece más importante.

Aprovechando los conciertos que los Rollings Stones dieron en España con motivo del mundial de fútbol de 1982, Pedrero (El Señor de los Cines) nos deleitó en el Avenida con la proyección de un film sobre una actuación en directo de los citados músicos. Asistió toda la modernidad que había entonces en el pueblo, equipada con la parafernalia propia de un concierto en vivo, cazadoras, chapas, fulares, chocolate, etcétera. Había quien aplaudía al final de las canciones y que seguramente hubiese sido capaz de pedirle un bis a la pantalla del cine.

Cuando Barcelona era el rompeolas de la cultura y la ciudad más europea de las españas, aquí al que se hacía la raya en medio, los de la boina y la blusa le decían maricón, es lo que tiene vivir en un sitio o vivir en otro.

www.youtube.com/watch?v=uheH1njnkkM


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