David Harvey, La Crisis del Capitalismo (RSAnimate)
Honestidad brutal
Por Ulises Bosia.
En el día de ayer, y por cadena nacional, Cristina fundamentó la necesidad de desarmar los conflictos sociales y confrontó a Moyano, intentando dividir a los trabajadores. Sus palabras abrieron más discusiones de las que cerraron.En un largo discurso Cristina Fernández combinó ayer anuncios como el de programas de crédito para jubilados, inversiones de capitales chinos o el primer sorteo del programa de viviendas Pro.Cre.Ar., con la intención de presentar batalla frente a la embestida del Secretario General de la CGT. Recordemos que Hugo Moyano convocó a un paro de distintos gremios y a una movilización de la CGT en el día de hoy a la Plaza de Mayo, por primera vez en nueve años de gobiernos kirchneristas, exigiendo un aumento del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias y la ampliación de la cobertura de las asignaciones familiares, entre otras demandas.
“Yo quiero dirigirme a todos los argentinos para decirles que hay 9 millones de argentinos registrados, tenemos un 32% que está sin registro, trabajo en negro, más un 7% de desocupación”, afirmó Cristina con la intención de fundamentar que el reclamo de la CGT es en verdad el reclamo de una elite que no quiere “contribuir con algo de lo que ganan”. Además agregó que “solamente de esos 9 millones 159 mil, el 19%, paga impuesto a las ganancias o a los altos ingresos; el 81% de los trabajadores no llega a los mínimos no imponibles”. Finalmente, explicó que del ingreso total que recibe la clase trabajadora empleada en blanco “el 19 por ciento de los trabajadores se queda con el 41%, y el 81% de los trabajadores se queda con el 59%” de ese ingreso total. Lo que se debe según la presidenta a que “muchas veces los salarios se obtienen por la capacidad de presión, esto es cuánto puedo amenazar y perjudicar a la sociedad para obtener un determinado salario.”
Cada una de estas afirmaciones daría para escribir una nota aparte. Desglosémoslas. En primer lugar el tema del trabajo en negro. No es usual, ni debería ser naturalizado, que una presidenta que gobierna un país hace nueve años con tasas de crecimiento altísimas explique que prácticamente uno de cada tres trabajadores se encuentra en negro. Si bien sindicatos y empresarios son también responsables, ¿de quién es la responsabilidad principal de esta situación si no es del Estado nacional? ¿Es imaginable que el Estado no pueda controlar a millones de personas en situación irregular? La cosa empeora si tenemos en cuenta que estos datos oficiales no tienen en cuenta la enorme cantidad de contratos flexibilizados y de situaciones irregulares que conforman la realidad del trabajo precarizado para millones de compatriotas. Junto con las grandes multinacionales, también el Estado se destaca como un gran precarizador del empleo. Tal como denuncia la misma Junta Interna de ATE Trabajo, un 70% de los trabajadores del Ministerio se encuentra precarizado. Es decir que no es posible que la presidenta se ubique por fuera de este problema, como si se tratara de un tema ajeno.
En segundo lugar, en cuanto a la cantidad de asalariados que son alcanzados por el impuesto a las ganancias. La presidenta argumentó que el 81% de los trabajadores en blanco no pagan impuesto a las ganancias. Teniendo en cuenta que los mínimos no imponibles de la categoría más baja son de 5800 pesos para solteros y de 8000 para casados con dos hijos, lo que la presidenta informa es que el 81% de la clase trabajadora está por debajo de estos ingresos. ¿Se trata de algo para enorgullecerse? Cristina explicó que en nuestro país se disfruta “el mejor salario de América Latina”. Si de comparaciones se trata sería mejor compararnos con nosotros mismos, volviendo hacia el pasado.
Un reciente trabajo de Pablo Manzanelli titulado “La tasa de ganancia durante la posconvertibilidad. Un balance preliminar” publicado en la revista digital “Apuntes para el cambio” afirma que “el sobreestimado costo laboral del cuatrienio 2007-2010, pese a experimentar un considerable ritmo de crecimiento en la posconvertibilidad (aumento del 86,5% entre 2002 y 2010), era aún, en 2010, un 7,7% inferior al de 1993 y en la posconvertibilidad (2003-2010) casi 28,4% inferior al promedio de la década de 1990”. Es decir que la comparación no deja muy bien parado al presente, con más razón teniendo en cuenta que el año donde los trabajadores recibimos una mayor porción del ingreso en la historia nacional fue 1974, llegando a niveles de los que estamos aún muy lejos. ¿Y qué pasa con las ganancias empresarias al respecto? El mismo trabajo citado concluye que “la tasa de ganancia sobre el stock de capital alcanzó niveles extraordinariamente elevados durante la posconvertibilidad, que se han mantenido durante el período 2002-2010 en guarismos significativamente más elevados al mejor registro de la convertibilidad. Tal es así, que el índice de rentabilidad del capital fijo fue de 37,2% en el período 2003-2010, un 50% mayor que durante el decenio de 1990 (24,8%)”. Empresarios que ganan más que en los años noventa y trabajadores que de conjunto no superamos el nivel de aquellos años nefastos. No es posible analizar la situación del ingreso de la clase trabajadora sin tener en cuenta las ganancias empresarias. ¿A quién le corresponde entonces “contribuir” con el país?
En tercer lugar, Cristina adjudicó el logro de mejores sueldos a que “muchas veces los salarios se obtienen por la capacidad de presión, esto es cuánto puedo amenazar y perjudicar a la sociedad para obtener un determinado salario”. Un eufemismo tomado prestado del vocabulario liberal para mencionar la actividad sindical. Podría decirse que se trata de una verdad de perogrullo. Los trabajadores nucleados en organizaciones sindicales fuertes consiguen mejores condiciones de trabajo. ¿Qué deberían hacer? ¿Dejar que el gobierno de turno negocie por ellos? ¿Es mejor el lobby silencioso y ordenado de los grandes “sindicatos” de empresarios como la Unión Industrial Argentina, que la lucha y la movilización de los trabajadores? Cristina explicó además con total honestidad su hostilidad hacia el conflicto social y el camino para desarmarlo. Refiriéndose a los jueces, declaró que “como los conocen y saben quiénes son, que procedan, pero no cuando están todos en masa, donde todo terminal mal, sino cuando tienen que hacerlo”. Es decir, en lugar de reprimir con la fuerza, se trata de judicializar la protesta social. Un programa que hace años viene llevando adelante el gobierno, lo que dio lugar a más de 5 mil procesados por luchar, como denuncian organismos de derechos humanos. Se trata de alternativas que excluyen una solución de fondo, sólo pensable a través de la transformación estructural del país, atacando las verdaderas causas.
Junto a la mención a los gendarmes muertos en un accidente esa misma mañana, la presidenta hizo referencia a los asesinatos de Kosteki y Santillán, lo que despertó reclamos de los familiares y organizaciones que, en la misma fecha en que se cumplían diez años de los asesinatos, reclaman justicia. Alberto Santillán, padre de una de las víctimas, definió a las palabras de la presidenta como "la misma solidaridad de mierda que permite que tenga a Aníbal Fernández en el gobierno". Fernández es sindicado como uno de los responsables políticos por los asesinatos. El Frente Popular Darío Santillán sumó palabras de repudio a lo dicho por la presidenta en la Cadena Nacional a través de un comunicado, apuntando al "doble discurso", recordando el cobijo que el partido de gobierno ofreció a Carlos Soria, otro de los artífices de la represión, y la falta de colaboración del ex presidente Néstor Kirchner durante el juicio a los policías en 2005. Dirigiéndose a la presidenta, concluyeron: "No esperamos de su gobierno palabras de solidaridad. En algún momento habíamos esperado un compromiso de ustedes con la justicia, que junto a Nestor Kirchner defraudaron".
Evidentemente, las razones del conflicto social cambiaron mucho desde aquella jornada en que asesinaron a Darío Santillán y a Maximiliano Kosteki en el Puente Pueyrredón, diez años atrás. Pero no desaparecieron, como involuntariamente pusieron de manifiesto los mismos argumentos de Cristina. Independientemente de las ambiciones personales de dirigentes sindicales y de la utilización de sectores de la derecha y de las corporaciones económicas, la clase trabajadora argentina sabe bien que de la lucha depende su destino. Honestidad brutal la de la presidenta, que por el propio lugar desde el que habla, se confunde con el cinismo.
Fte. Marcha | 27 Jun 2012 (los resaltados y enlaces son agregados míos)
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