Alaska, 26 de junio de 2011,
La crisis. X y yo la atacamos con una cerveza fría y unas olivas partidas de por medio, en esa hora en que el calor todavía nos perdona la vida. He leído un montón de análisis sobre el tema. Economistas, periodistas, políticos. En realidad es difícil leer otra cosa en estos tiempos. Es todo tan complejo que cualquier reduccionismo roza siempre la demagogia. Hubo un tiempo en este país en que casi todo se hizo muy mal. Y a ese mal contribuyeron no solo los que se sientan ahora en el banquillo de los acusados por la opinión pública, bancos y políticos, sino muchos ciudadanos. Que unos tengan más responsabilidad que otros en el problema no exime de la responsabilidad que cada uno tenga, de las decisiones que tomó o no tomó, de cómo se endeudó o dejo de endeudarse. Y eso, asumir la responsabilidad y transformar la queja y el victimismo en algo útil será el verdadero motor de cambio. Eso que llevamos diciendo los educadores desde tiempos inmemoriales.
La política española es un partido entre dos equipos en el que siempre pierde España. El PP apuntaló la modernizacion del país iniciada antes por el PSOE, pero no supo o no quiso o no lo intentó, cambiar el modelo económico español. El PSOE que vino después, ese PSOE dirigido por alguien que ha hecho del globo sonda su manera de hacer política, quizás no fue el responsable directo de la crisis, pero no la vio a tiempo, siguió sin verla cuando todos la veían, y la quiso atacar con unas medidas populistas que dejaron el Estado en los huesos. Ahora que el PSOE implora poder aprobar los recortes que tienen que salvar al país de la quiebra, el PP le hace la cama cuanto puede, interesado en no ver más allá de sus intereses. España es una historia de bucles y de pinzas.
Los recortes. Hablar de los recortes a esta hora de la tarde es triste, lamentable. En este tema parece no haber posibilidad de grises, nosotros que siempre estamos defendiéndolos. Algunos de los recortes en sanidad, educación o servicios sociales que se proponen en Cataluña significan un claro retroceso del bienestar de los ciudadanos. El problema que yo veo es que cualquier discurso contrario a los recortes tiene que contemplar en el horizonte los cinco millones de parados y el drama griego. Es decir, debería incluir propuestas válidas y alternativas para salir de la crisis. Propuestas que, a poder ser, sean más imaginativas que bajar el sueldo de nuestros políticos. Pero eso quiere decir defender en algún momento medidas impopulares, y eso tiene un coste difícil de asumir. El coste de que tu tribu te rechaze. En tiempos difíciles se vive mejor contra lo que sea.La cuestión es que si los partidos políticos, los movimientos ciudadanos, los empresarios, los sindicatos, etc. no se mueven un ápice de sus posiciones, si no hacen autocrítica, si no tienen la suficiente valentía y arrojo para entender que estamos en un momento histórico delicado que exige renunciar a algunos dogmas propios en bien del colectivo, la salida de la crisis será todavía más complicada.En el tema de los recortes hay que ser muy cuidadosos. Es importante aclarar que la mayoría de recortes en prestaciones o servicios se deben exclusivamente a la falta de solvencia del gobierno. Resulta indecente que se intente culpabilizar a los que los recibían hasta ese momento, en un intento de hacer pasar los recortes con vaselina. Un juego político perverso en el que podemos caer también los profesionales, defendiendo lo indefendible. Si no hay dinero, no hay dinero. Punto. Pero eso no dice nada de la bondad o la necesidad de un proyecto o un servicio para el que sí que había dinero antes.Eso no quiere decir que todos los recortes tengan que ser negativos. Por ejemplo, que la administración española está inflada como un globo es un hecho. En todo caso cualquier recorte que se justifique, no por la falta de liquidez del Estado, sino por lo que significa de ahorro en algo que se considera superfluo o innecesario tendrá que argumentarse bien. También sería deseable que se explicara porqué, si se trata de liquidar algo inútil, no se hizo antes de la crisis.
Un rato despuésUn rato después hablamos de la educación social. La profesión. Generalizar es peligroso. Puede uno acabar confundiendo las tribulaciones privadas con el universo y acabar decidiendo que todo está fatal cuando lo que está fatal es uno mismo. Sea como sea, a esta hora de la tarde coincidimos en que a la profesión le falta dar un salto cualitativo. Parece estancada. Sus dos décadas en la universidad han sido como un periodo de luz que barrió discursos voluntaristas, asistencialistas, infantiles y obscuros. Pero en el siglo XXI faltan nuevas voces, nuevos modelos, un discurso de época. Yo apunto una idea peregrina: quizás es que estamos todos los educadores demasiado cortados por el mismo patron. X : ¿Qué quieres decir?Yo: Hay un montón de temas en los que los educadores parecen opinar lo mismo: Palestina, EEUU, el PP, la crisis, el 15M, la ley Sinde, las farmacéuticas, los políticos, los genes, el periódico El Mundo, Sudamérica, las políticas de igualdad, la inmigración, las lenguas, los nacionalismos. Somos como una tribu. X: Humm, ya. Pero ¿eso qué tiene que ver?Yo. Bueno, no sé, quizás nada. Pero tanta homogeneidad, tal vez impide el debate, las propuestas diferentes.Oigo a jóvenes que parecen viejos. No sé. Todo aquello de "quién pierde los orígenes pierde la identidad", el respeto reverencial a Freire. No sé, quizás todo sea demasiado atávico.X: Ya, pero, ¿sabes? creo que estás equivocado. Es un prejuicio tuyo. Yo creo que hay tantas opiniones como personas. No creo que todos opinemos lo mismo.Yo: Pues tendrás razón. Pero cuesta verlo. Cuesta oír otras voces, nuevas propuestas. Otros mundos. O me cuesta a mí, no sé.X: Eso, eso, tienes que salir más.Yo: Será eso.
Y así, languidamente, se acaba la cerveza y se va el sol.
Ilustración Chase Jarvis http://factorialossanchez.blogspot.com