Toronto fue el primer mini-mercado chino de la zona, comandado por un joven chino: José. Después apareció Tokio, más chico y desordenado y con un chino menos joven a la cabeza: Hugo. Cuando la mujer de José no pudo estar más en la caja porque nació su segundo hijo, Li, la mano derecha de Hugo fue a ayudar a José y en la caja de Hugo apareció su sobrina: una chinita que usa guantes de látex, chaquetitas a cuadros y jeans tiro bajo. Es una chinita muerta de risa. A cada cliente un chiste, a cada comentario una sonrisa. A la chinita le gustó el barrio y se mudó con su novio acá a la vuelta. Como si eso fuera poco, abrió una rotisería china en esta cuadra (con gato chino de la fortuna incluido). Se llama Sonrisas la rotisería, aunque a veces ella está en la puerta llorando a gritos en chino por celular. Acá está la chinita, veanlá, pero para conocerla en persona, vengan a Sonrisas y pidanlé un chau-fan.