CHINOS TRAS BAMBALINAS.
Escrito por Jorge Morelli.
Una noticia trae el hilo de la madeja de lo que, a falta de otro nombre, llamaremos el “modelo chino”. Ni velasquismo, ni chavismo, ni siquiera nacionalismo es lo que el gobierno de Humala cocina. Es el “modelo chino”.
La noticia es que ayer se produjo la fusión de dos grandes empresas globales que, juntas, constituyen desde hoy la cuarta empresa minera del mundo, denominada Glencore Xstrata. El nuevo gigante tiene operaciones en todo el planeta, por lo que la fusión requirió la autorización de organismos reguladores de la Unión Europea, Sudáfrica y China. Según informaciones, el permiso del gobierno chino tomó 14 meses de negociaciones y fue concedido al final con una condición: que el proyecto minero peruano de Las Bambas en Apurímac –una inversión de cinco mil millones de dólares- sea puesto en venta por Glencore. Sería comprado, se dice, por una de estas cinco mineras chinas: Chinalco, Minmetals, Jiangxi Copper, Tongling Nonferrous y Jinchuan Group.
Hay capital chino, igualmente, tras la futura gestión del puerto de Ilo y acaso otros hoy traspasados de la concesionadora que los tenía de vuelta al control directo de la Marina.
El Perú estuvo bajo la influencia del capital europeo durante el siglo XIX y el norteamericano durante el XX. Inevitablemente tendremos influencia del capital chino en el siglo XXI. China tiene una estrategia para controlar recursos naturales en todo el planeta, en competencia con otras potencias. Y al gobierno chino no le importa si sus empresas son estatales o privadas mientras sean chinas. China no es una democracia y el Estado las tiene bajo su control de cualquier modo.
No siendo una democracia, el gobierno chino tampoco hace preguntas sobre democracia ni le molestan las reelecciones. Lo que quiere es estabilidad y contratos confiables (hace poco vio peligrar los que firmara con el gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, a quien prestara 40 mil millones de dólares a cambio de petróleo).
Solo de nosotros depende que el enorme peso económico de China y sus intereses en Brasil sean en lo sucesivo una influencia benéfica solo en lo económico, no en lo político. Y ya hemos visto las poco disimuladas manos de empresas brasileñas en un proceso electoral reciente. La compra de Las Bambas –que tiene el aspecto inconfundible de una oferta que no se puede rechazar- no debe ser el primer acto de un nuevo imperialismo -chino esta vez-en la historia del Perú. De nosotros depende que no lo sea.
