Revista Talentos

Chu

Publicado el 26 mayo 2015 por Pablo Ferreiro @pablinferreiro
ChuEl oso y mi señora empezaron a salir una semana después de que nos casamos. Yo llevaba cuatro meses de novio, una noche después de tener un sexo rápido y eficiente le pedí que nos casemos te amo, ella contestó quiero yo también. Con mi señora, a quien de ahora en adelante llamaré Chu, compartimos dos meses inolvidables en los que lavé los platos, cociné y me lavé los calzoncillos después de bañarme. Recuerdo nuestra primer foto juntos, yo tenía esa cara de boludo que marca la entrega total, la cara de boludo consiste , aclaro por si usted es un amateur en el amor, en la cabeza un poco hacia el costado los ojos bien abiertos y la boca entreabierta y babosa, Chu había salido seductora, con una musculosa que no lograba contener toda su potencia y la lengua repasándose los labios. Todo era perfecto, me levantaba y hacía el desayuno, le traía flores, mirábamos películas de Hugh Grant, comíamos mientras le masajeaba los pies. Éramos felices.
La crisis del año de novios se nos juntó con la crisis de los seis meses de casados. En ese momento ella decidió que debíamos hacer algo para hacer evolucionar lo nuestro. Ahí entra el Oso, un urso de un metro noventa, perteneciente a la hinchada de Chacarita. Amante de Hermética y de mi Chu hacía algunos meses. Cuando pedí explicaciones ella fue tan convincente que terminé dandome cuenta que ella había tenido razón en encamarse con otro apenas nos casamos.   Mentiría si digo que los primeros días fueron fáciles. Cuando en una casa todo está pensado para dos y alguien se agrega sin la correcta planificación hay muchas posibilidades de que se generen rispideces. Se me hacía muy difícil calcular la cantidad de comida para hacer con un tipo tan grandote, así como las frazadas no terminaban de abrigar  lo suficiente  mis noches en el sofá lo que hacía que me pescara unos resfríos insoportables que me tenían dos días inmovilizado, días en los que la casa se llenaba de ceniza de cigarrillo, olor a sexo y miguitas.
Luego de unos meses logramos acomodarnos un poco, el Oso muy a su pesar empezó a usar los patines cuando estaba encerado, aprendió a bajar la tabla al ir al baño y pudimos reglamentar alternar el alquiler de películas de Van Damme con comedias románticas. Cuando todo parecía encaminarse hacía la felicidad más grande, Chu nos declaró que no sabía bien que sentía, que estaba confundida, que había algo que le faltaba. Yo me preocupé mucho, al Oso no le importó en lo más mínimo. Reflexioné mucho mientras picaba cebolla para hacer el tuco para la barra de Chaca, pensé en que podría faltarle a ella que tan feliz gritaba a los cuatro vientos todas las noches con el Oso. Cuando estaba por rendirme, más o menos a la altura en que el agua de los ravioles estaba a punto, me dí cuenta lo que necesitaba Chu: Una compañera para hablar.
La chu no tenía muchas amigas, yo creo que por su personalidad difícil de llevar, otros creen que es porque no tiene el más mínimo código necesario para una amistad. La única que tenía era esporádica, aparecía cada vez que su esposo se perdía. Ella no me caía muy bien, creo que de alguna manera se reía de mi. La tarea no fue fácil, ya tenía demasiado ocupándome de la casa, del trabajo y de los desastres del oso, pero yo por mi Chu podía el cielo y Cielo se llamó la chica. La conocí cuando me agarró una de esas dudas eternas que tengo para comprar Shampoo. Ella era sola, había tenido una infancia dificil, trabajo mucho tiempo lavando pelo en una peluquería, es de esas minas que te venden el lavado aunque seas pelado, de más está decir que era muy bella.  
Estaba corta de plata, accedió a venir a casa a probar suerte. Apenas instalada el oso le echó el ojo,  pero Chu enseguida marcò su territorio y la internò durante dos semanas en su habitaciòn.
El oso, un poco desorientado comenzò a hablarme un poco màs, me dijo como veìa el las cosas, que me veía como un gil. Una mente primitiva como la de este barrabrava habìa dado en el clavo, en ningún momento había pensado en mí, en lo que yo querìa, habìa enceguecido y no estaba dispuesto a seguir con esto. Enseguida fui a pedir explicaciones, Chu estaba fumando un cigarrillo, Cielo hacía algo indescriptible que aún no entiendo.
-¿Porque no me amàs?
-Nunca me lo habìa puesto a pensar.
-Yo soy capaz de cualquier cosa por estar con vos. Amame.
-Ahì està, eso es. No te veo como una persona, tan entregado, tan dispuesto a complacer mis caprichos. Me parece que lo mejor es que te vayas.
-Nunca me voy a ir, voy a pelear por vos aunque no quieras.
-Ey pelado, la mujer hablò. Rajà (dijo la contorsionista acomodandose como ser humano y sacando un trabuco de su cartera)
Peguè un portazo, le congelé algo de comida y partí, el oso me siguiò, eso me puso contento, me hizo sentir valorado.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Sobre el autor


Pablo Ferreiro 329 veces
compartido
ver su blog

Sus últimos artículos

Revista