Revista Literatura

Churumuco, 1

Publicado el 31 octubre 2011 por Gildelopez
Por varios dias, mi mama estuvo ordenando lo que ibamos a llevar; aparte de nuestro equipaje, en cajas de carton acomodo los regalos para la familia: ropa y medicamentos para mi abuelita, juguetes para mis primos, algun libro para mi tio Chuchi, etc. La tarde anterior a la salida cerro los cartones y los amarro firmemente, ayudada por mi papa y mi primo/hermano Jesus. Nos mando a dormir, porque al dia siguiente partiriamos de madrugada. A reganhadientes, porque la excitacion del viaje nos quitaba el suenho, obedecimos, mientras ella y mi prima Quenha se quedaban en la cocina, preparando una gran cantidad de tortas y cociendo huevos para comer durante la larga jornada que nos esperaba. Unas horas despues, nos desperto y nos dijo que nos fueramos vistiendo y volvio a la cocina a servirnos un leve desayuno, que tomamos apresuradamente, dio su visto bueno a nuestros atuendos y emprendimos la marcha al autobus que cubria la ruta Tacambaro-Churumuco y que estaba estacionado a un costado de la plaza grande, cerca de la casa de la familia Manuel Herrera. Unos pocos pasajeros estaban ya a bordo de la unidad y cuando el conductor nos vio descender los escalones del portal, junto a la tienda de don Mateo Zarco, encendio el motor y bajo a ayudar a mis papas y a mis primos con las cajas y velices que llevaban. Nos instalamos en el autobus que, aun contandonos a nosotros, no iba ni a la mitad de su capacidad, por lo que pudimos ocupar doble asiento, y acostarnos a continuar nuestro suenho interrumpido, mientras mi papa y Jesus ayudaban al chofer a colocar las cajas en la parte trasera del autobus y se despedian de mi mama. Ellos no viajarian con nosotros en esa occasion.
Llego la hora de partir y el autobus enfilo hacia la salida, en la parte alta del pueblo con lento progreso en las calles mal empedradas. Una vez en la carretera aumento su velocidad. Me acerque a la ventanilla: me gustaba ver el ascua luminosa que era Tacambaro desde el mirador de la Mesa, muy cerca de la casa de Toño Delgado, mi mejor amigo. Despues de ese rapido vistazo al pueblo que a la distancia semejaba un pequenho belen navidenho, me fui quedando dormido, arrullado por el ruido del motor y los titubeantes sonidos del radio que el chofer escuchaba para hacerse companhia: Chabelo y Felipita, en la "T" de Monterrey saludaban a quienes ibamos en carretera. La primer luz del amanecer me desperto y me asome por la ventana. El paisaje era diferente al que estaba acostumbrado: vi muchas palmeras que me hicieron recordar nuestras idas a Manzanillo. Alcance a leer el nombre del lugar: La Huacana, antes de volver a dormirme, sonhando que estaba cerca de Colima. Un par de horas mas tarde me desperto del todo el calor y la intensa luz que entraba por los cristales del camion. El sudor que bajaba de mi frente, que cubria mi espalda, adhieriendo mi camisa al cuerpo me daba una sensacion agradable, refrescante. Afuera, el paisaje habia vuelto a cambiar: mientras dormiamos, el autobus abandono el pavimento y ahora caminabamos lentamente (casi tan lentamente como en el empedrado de Tacambaro) por una brecha irregular, en partes cubierta por grava suelta y en partes solo por tierra apisonada. La vegetacion era escasa y la nube de polvo que levantaba el autobus daba un color cafe-rojizo al paisaje que ardia bajo el sol mas intenso de mi vida. Hicimos escala en lugares cuyos nombres me sugerian lugares lejanos, exoticos: Zicuiran, las minas de Inguaran, las Juntas de Poturo, el Chauz...nombres que desde entonces jalonan la geografia de mi alma. Y por fin, cansados y con sed, llegamos a un pueblo que parecia recien hecho: el Nuevo Churumuco... Santa Ana, Cal. 31, octubre, 2011.

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