Revista Literatura
Ciegos
Publicado el 30 julio 2012 por HumbertodibEn el pueblo donde vivo creen que soy ciego, y ya no encuentro la manera de demostrar lo contrario. Me ayudan a cruzar la calle, me abren las puertas de los negocios, se hacen a un lado cuando me ven venir con el bastón blanco y sueltan monedas en mi taza de latón cada vez que me siento a descansar en las escaleras de la iglesia.-Señor, yo no soy ciego- le repito al que se detiene a mi lado.-Vamos, amigo, que yo no me chupo el dedo- me responde algún que otro malhumorado.Cierta noche, decidí reunir a los pobladores en la plaza para ponerle fin a este engaño, quería que todos fueran testigos de que podía ver. Pedí que cada uno levantara un objeto y entonces yo lo nombraba. No me equivoqué ni una vez, claro, pero ellos redoblaron la apuesta, desde ese momento me consideraron un fenómeno, un prodigio: El invidente clarividente.
Sólo un niño cree en mí, me acompaña siempre a contemplar el atardecer al borde del río. No logro darme cuenta del momento en el que llega, pero lo reconozco enseguida, con sólo recorrer su rostro con los dedos.