EL MAR, LA MAR
Siempre la deseé para después odiarla. Sí, una de esas relaciones de amor-odio. Porque la mar me atrae y después me escupe de sus aguas. La penetro y ella me recibe con fuertes embestidas. Pero hoy no. Hoy me deja hacer. Hoy está en calma.
Esta mañana saqué mi falucho y me dirigí a ella con gran decisión. Sí, hoy es uno de esos días en que se muestra más permisiva conmigo. Llegaré hasta lo más profundo de su ser. Ella y yo: los dos solos en medio de la inmensidad. Nos encontraremos en el silencio de la nada.
Una vez allí, no quiso recibirme. Me encontré solo. Me encontré con la nada. La sentí tan cerca que desmontaba todo mi ser. Llegué con mi falucho hasta lo más profundo y la mar no me recibió. Me recibió la nada. Quiso atraparme. Yo remaba con todas mis fuerzas y ella me rozaba con sus largas uñas. La nada me cogería. Me torturaría. Me ahogaría.
Por suerte, la mar se acordó de mí. Movió sus aguas, y, con ayuda del mismísimo Céfiro, me expulsó a tierra firme. La mar se apiadó de mí.
Ya lo tengo claro. La mar me deseaba tanto como yo a ella. La mar deseaba protegerme de la nada. Su nada y la mía. De ahora en adelante nos veríamos en contadas ocasiones. Saborearíamos la emoción del beso furtivo. Viviríamos nuestros encuentros con más pasión. Lejos de la nada.
Alberto Villares.
Sonoros besos y abrazos de oso a todas y todos por participar!!!!!!!!