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Mientras buscaba mi equilibrio asida al pasamano del autobús, leía el enunciado del crucigrama que un muchacho resolvía junto a mí: Sola en su especie. Pensé en mi vida y en el caos que se había desencadenado últimamente. Mi madre, en un afán delirante de superar su cáncer, decidió tomarse un respiro largándose a la India con su profesor de yoga; mi padre se hizo testigo de Jehová para salvarla del fuego del infierno; y David, mi relación más larga, se esfumó de mis sábanas para devorar distancias. Pude descifrar el acertijo: Única.
©Nuria Caparrós Mallart